“Saber reírse de unx mismx es político”

El cine ecuatoriano enfrenta el desafío de narrar una realidad fragmentada por crisis económicas y sociales. ¿Puede la comedia, frecuentemente deslegitimada, ser un camino para construir imaginarios críticos?

Por Coraima Torres

Desde que en el país estalló una crisis de seguridad histórica, se escucha con frecuencia que “Ecuador era una isla de paz”, una frase que posiciona en el imaginario una especie de añoranza del pasado. Sin embargo, estas tierras lejos han estado de ser una isla de paz, y el cine, como memoria audiovisual del pueblo, lo ha registrado. Por ejemplo, Prometeo deportado (2010) de Fernando Mieles o Feriado (2014) de Diego Araujo muestran, a través de la ficción, un país fragmentado por la crisis de 1999. La primera obra aborda el tema de la migración y la segunda, es una exploración de la identidad en escenarios de crisis. 

Parece que el 2024 revive las heridas del 99. Dieciocho millones de personas están inmersas en una crisis generalizada; millones quieren huir y miles lo logran arriesgando su vida por el Darién. Un tercio del país vive en situación de pobreza, y se han reducido los presupuestos de educación y cultura. ¿Cómo contar esto desde el cine? ¿Cómo se crea memoria de la crisis? Parecería que la respuesta inequívoca es el drama, ya que la comedia suele estar deslegitimada por considerarse banal y superficial, destinada únicamente a buscar la risa en las audiencias. Tal vez son los vestigios del norte global que siguen enraizados en el quehacer cinematográfico. En la antigua Grecia, era la tragedia la que permitía la catarsis, mientras que la comedia se consideraba un arte menor.

Para Isabel Carrasco, productora de cine ecuatoriana, la comedia es un género subestimado entre críticos, pensadores y hasta varios cineastas nacionales. Es como si vivir entre volcanes, políticos mediocres y sistemas administrativos absurdos nos condenara a un acartonamiento estético y narrativo bajo una sumisión casi hegemónica al drama, señala.

En este sentido, hacer cine en Ecuador, y por tanto construir memoria audiovisual, es bastante complejo por múltiples dimensiones que entrecruzan la falta de apoyo para la producción, distribución, exhibición y la formación de audiencias. ¿Dónde ver cine ecuatoriano? ¿Por qué ver cine ecuatoriano? ¿Qué ven las audiencias ecuatorianas? Aquí surge otra frase común: “la gente no ve cine ecuatoriano”, y sobre esto reflexiona Más allá del mall (2010) de Miguel Alvear. Reírse de unx mismx puede ser estéticamente un camino para construir imaginarios más críticos.

Carrasco recomienda esta película porque su premisa gira en torno a que el cine hecho en Ecuador tiene miles de espectadores, solo que no es el cine “conocido”, sino otro que se produce y distribuye de maneras distintas. Para ella, el director propone una exploración de diversas estrategias narrativas para contarnos sobre este universo de realizadores, mientras profundiza, con mucho humor, en las complejas condiciones de hacer cine acá.

En un país donde las crisis se han convertido en parte del paisaje cotidiano, reírse de unx mismx y de las situaciones que nos rodean puede ser una poderosa herramienta para la resistencia y la reflexión. La comedia, lejos de ser un arte menor, puede abrir caminos para nuevas formas de entender y narrar nuestra realidad, permitiendo que el cine ecuatoriano florezca en todas sus dimensiones y llegue a más comunidades. 

Sinopsis 

Todavía consternado por el fracaso comercial de su largometraje de ficción Blak Mama (se muestran a cámara las cifras de taquilla que indican que lo vieron en una sala de arte 1.922 personas y las cuentas indican que se perdieron 247.267 de los 250.000 dólares invertidos), Miguel Alvear decide indagar sobre esa entelequia llamada cine ecuatoriano, sobre la dinámica del sector audiovisual de su país, sobre las condiciones del mercado, sobre los gustos del público local y sobre las propias sensaciones luego de haber trabajado tres años en una película que, pese a las buenas críticas, casi nadie vio.

En un audaz péndulo entre documental y ficción, es el actor Andrés Crespo quien interpreta a Alvear en un largo recorrido que lo llevará por la Cinemateca Nacional (donde mirará obsesivamente viejas películas ecuatorianas), por un Mall (de ahí el título) que cuenta con 22 salas que jamás exhiben films nacionales, por testimonios de colegas y por encuentros con gente de la calle que en muy pocos casos ha visto cine de su país.


Puedes ver la película aquí: 

“Más allá del mall” on Vimeo

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