‘Nosotras’ y el acceso a la cultura de las mujeres privadas de la libertad

Por Thalíe Ponce

Al ingresar a la sala, detrás de unas cortinas negras, lo primero que encuentra el visitante son dos guías penitenciarios. Nos piden nuestra cédula de identidad y nuestros teléfonos celulares. Tenemos que dejar todo lo que tenemos con nosotros en un casillero: mochilas, carteras, cinturones y cualquier otro accesorio.

«¡Pónganse en fila! Hombres a la derecha, mujeres a la izquierda. ¡Rápido!», gritan los guías. Luego de realizar una revisión de nuestros cuerpos con un detector de metales, nos sellan los brazos: ESTUVE EN LA CÁRCEL. Podemos entrar.

Así empieza el recorrido por la experiencia inmersiva ‘Nosotras’, una muestra que recrea la vida dentro del Centro de Rehabilitación Social Femenino de Guayaquil.

Al ingresar, llegamos a un patio donde hay prendas femeninas colgando de unos tendederos: camisetas, blusas, shorts, ropa interior. De fondo, en la sala oscura, se escuchan audios ambientales de la cárcel, sobre todo voces de mujeres conversando.

Fotografía de Jéssica Zambrano

La propuesta, que fue presentada en la Galería del CIF, en el Centro de Producción e Innovación MZ14 de la UArtes, entre el 9 y el 11 de mayo de 2024, estuvo a cargo de los docentes Priscila Aguirre y Raymi Morales.

De acuerdo con el censo penitenciario, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), hay 1965 mujeres privadas de la libertad en el país. Sin embargo, poco se sabe sobre las condiciones de vida de estas mujeres que, dentro de la sociedad y del mismo sistema penitenciario son «las más anónimas», en palabras de Aguirre.

Aunque esta obra se presentó este año, es el trabajo de un largo proceso que arrancó en 2018, durante el proyecto de investigación y vinculación con la sociedad ‘ATLAS: Laboratorio de creación e investigación interdisciplinar’, de la UArtes. La idea fue desarrollar una serie de talleres de cine, fotografía documental y teatro con las mujeres privadas de libertad, para darles herramientas para contar sus historias de vida.

Aguirre cuenta que ese año —tras la aprobación del entonces Ministerio de Justicia, Derechos Humanos y Cultos— se realizó una convocatoria dentro del centro de rehabilitación social, a través de flyers que fueron distribuidos en los pabellones, al que respondieron cerca de 100 mujeres. Luego de una encuesta para conocer la motivación de las participantes, se seleccionó a 30 de ellas.

Madelyne, una mujer que hoy está en libertad pero fue parte del proyecto cuando estaba en prisión, recuerda el proceso. «Hicieron unas evaluaciones para ingresar al proyecto, jamás pensé que iba a pasar ni siquiera el primer filtro», cuenta. «Pero se dio la oportunidad de ingresar y vivir esa experiencia tan bonita que me alejaba de la realidad deprimente que vivía en ese momento».

En casi dos años de trabajo, Aguirre junto a Lorena Toro, docente de Artes Escénicas, asistieron semanalmente junto a estudiantes de la UArtes, para realizar los talleres.

Luego se sumó al equipo Juan Pozo, docente de la Escuela de Artes Sonoras, para sumar este componente de música al proyecto.

Durante ese tiempo se realizaron diversos productos. Por ejemplo, se produjeron 23 cortometrajes de las historias de las mujeres encarceladas. «Eran historias que ellas querían contar. Escritos por ellas, donde ellas estaban detrás de cámara, de sonido, producción», dice Aguirre. Estos fueron presentados dentro del Centro de Rehabilitación Social Femenino de Guayaquil para las autoridades, pero también —y sobre todo— para los familiares de las mujeres privadas de la libertad. Los cortos también llegaron a muestras en otras ciudades como Quito, y otros países, entre ellos México.

En el proceso también fueron invitados profesionales como los fotógrafos Richie Bohórquez y Fabricio Medina. Del taller de fotografía estenopeica, dictado por Medina, resultó una muestra fotográfica que fue presentada en Bogotá. 

En 2019, otra muestra fotográfica fue llevada al Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Manizales, en Colombia.

Sin embargo, con la llegada de la pandemia, en 2020, el proyecto tuvo que detenerse. 

Hoy, ‘Nosotras’ se presenta en un contexto más complejo que el momento en el que arrancó el proyecto del que deriva. En 2021, las masacres al interior de las cárceles de Ecuador —que desde el 2018 han dejado más de 680 muertos— se intensificaron.

Este 2024, con la profunda crisis de violencia, inseguridad y narcotráfico que atraviesa el país, las cárceles están militarizadas. 

Todo esto ha servido de excusa para que los proyectos culturales queden parados, relegados a un segundo plano.

Esto, a pesar de que según la Política Pública de Rehabilitación Social, la cultura es uno de los ejes para la rehabilitación de las personas privadas de la libertad, y cuenta con cinco dimensiones: planes culturales, ofertas culturales, cultura carcelaria, equipamiento, y programas culturales y buenas prácticas.

Al continuar el recorrido en ‘Nosotras’, se pueden ver algunas de las fotografías de la prisión, tomadas por las mujeres privadas de la libertad. 

Fotografía de Jéssica Zambrano

Son imágenes que muestran la vida al interior de las cárceles y reflejan ese abandono estatal al que han sido sometidas. También hay videos en los que cuentan sus experiencias de vida, sus vínculos familiares y el rompimiento de estos producto del aislamiento, la violencia que han vivido, la soledad. 

En un segundo piso, en el sótano de la galería se recrean las celdas en las que viven. En la primera celda, dos mujeres están sentadas en colchonetas en el piso. Aunque están juntas, no hablan, es un lugar oscuro y ocupan su tiempo con lo que tienen a la mano. Nos miran y las miramos, pero no hablamos, es un reflejo real de esa sociedad para la que  —aunque sabe que existen— les son indiferentes.

Fotografía de Jéssica Zambrano

En la siguiente celda, dos mujeres conversan entre ellas, rodeadas de objetos que, aunque representan su vida fuera de las rejas, también son un constante recordatorio del lugar donde están: fotografías de sus familias, sus hijos, dibujos, ropa, libros, símbolos religiosos, pequeñas cestas para organizar la vida en el encierro.

De acuerdo con la Política Pública de Rehabilitación Social, en la dimensión de ofertas culturales, que responde al eje cultural, dentro de las prisiones se debe «proponer variedad de actividades culturales, tales como el teatro, el cine, la radio y las revistas». También reconoce la necesidad de «organizar salidas con las PPL a eventos culturales, o de lo contrario, invitar a orquestas, bandas, artistas y autores de libros a los CPL para la realización de eventos». Sin embargo, la realidad es otra. Los testimonios de las mujeres que viven tras la rejas evidencian que en la práctica poco de esto se cumple y que la rehabilitación es solo un concepto que les ha sido negado.

‘Nosotras’ evidencia la necesidad de que esas políticas públicas pasen del papel a la realidad. 

Como este, otros proyectos culturales dentro de las cárceles han dejado de existir. Uno de ellos fue Estación Libertad, un programa radial que se grababa en la Penitenciaría del Litoral y en la cárcel de mujeres de Guayaquil y que se transmitía semanalmente por Radio Pública del Ecuador. Fue uno de los pocos proyectos que transmitía un programa grabado en un centro carcelario en una radio de señal abierta a nivel nacional. 

«El Estado está ignorando ese componente en este momento. Ahí estamos fallando como país. Porque queremos dejar de vivir en un país tan violento, tan inseguro, ¿pero qué oportunidad de cambiar su vida tiene alguien que cometió un crimen?», se pregunta Aguirre.

Para ella, proyectos como este pueden dar a las mujeres privadas de la libertad «herramientas para sostenerse con dignidad y recordar que tienen todavía un camino en este mundo más allá del lugar tan horrible en el que están».

En eso coincide Madelyne, quien recuerda que haber participado en los talleres le permitió no solo descubrir habilidades ocultas, sino también «quitarse la decepción y la impotencia de estar ahí dentro».

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