Mi parte favorita de viajar a Guayaquil en las vacaciones -durante mi niñez y adolescencia- eran las librerías. Ahorraba todo el año para ese momento: abastecerme de libros que me acompañen hasta las siguientes vacaciones. Qué difícil es sobrellevar el deseo de leer y la curiosidad por los libros cuando no sabes por dónde empezar. Mis encuentros con la literatura antes de mi formación académica fueron esporádicos, como sus autores. A pesar de todo terminaba en la sección de best-sellers, de adaptaciones a películas o buscando los libros que había visto leer a mis amigas o a extraños.
Por Nicole Coronado* / @nicolelzbthc
Solo cuando me mudé a Guayaquil pude apreciar más allá de las librerías, de sus centros comerciales. En el 2016, gracias a la sección de eventos en facebook, me encontré con Casa Morada, Palabralab y las sesiones en espacios públicos de Vuela la pluma. El primer espacio que conocí fue “Casa Morada”, la editorial Rasguño vendía su primer libro “Anom” de Jenniffer Zambrano. Frecuentar Casa Morada fue mi primer espacio para la lectura: autores compartiendo sus cuentos sin publicar, estudiantes compartiendo sus primeros relatos, intercambios y ventas de libros.
Casa Morada
Taller de escritura. Fuente: Redes sociales de Casa Morada
Paulina Briones, editora y docente, quien creó este espacio en el 2009 me cuenta que todo empezó con intercambios de libros. Seis meses después se empezarían a vender libros de editoriales como Tusquets y Seix Barral. Actualmente el catálogo de Casa Morada abarca libros de editoriales independientes ecuatorianas y latinoamericanas, y algunas editoriales españolas como Candaya, Navaja Suiza, Páginas de Espuma. Entre su selección de editoriales latinoamericanas destacan Dum Dum Editora, El cuervo, Mar dulce y Nuevo Milenio Editorial. Un catálogo que da espacio a lo que no llega a las librerías de cadena.
A pesar de que la literatura ecuatoriana ha ido ganando espacios y acogida en las grandes librerías, de mis expediciones a librerías antes de la pandemia recuerdo que Librería Española, al menos, tenía el estante literatura ecuatoriana como un librero desatendido y desordenado: al que no se le veía ni los lomos de los libros. Después de tanta insistencia, de tanta cobertura al otro lado del charco y tanto interés de los lectores y la crítica por las escritoras ecuatorianas, me pregunto cómo siguen las respectivas secciones en cada librería.
Casa Morada empezó como un intercambio de libros en un garaje, y mantiene la tradición del Garaje de libros el primer fin de semana de cada mes, a lo largo de los años han tenido una agenda diversa como los ciclos de cine curados por Andrea Crespo. Paulina reconoce que se dedica a la lectura más que cualquier otra cosa y que Casa Morada es el Paraguas que abarca su editorial Cadáver Exquisito, la librería y el espacio para eventos y talleres.
Me refiero a Casa Morada como una librería pero la pienso como un espacio para compartir y leer.
Palabralab
Club de lectura. Cortesía: Palabralab
En el 2017 asistí por primera vez a Palabralab en Ceibos, donde leímos El Amante de Marguerite Duras. Era la primera vez que asistía a un club de lectura. Eventualmente abrieron un espacio para Samborondón, cada semana uno de los miembros del club de lectura prestaba su casa para la sesión, llevar la reunión a un espacio como una cafetería hubiese sido imposible por el ruido. Conversando con Adelaida Jaramillo me comenta “Tengo la sensación de que hay un interés por la lectura en Guayaquil mucho más importante de lo que había hace 12 años cuando empecé a hacer esto». A este oficio se llega de muchas formas, a veces desde el afecto, Adelaida empieza a escribir ficción en cartas que enviaba una pareja a distancia. Más adelante se animaría a tomar talleres de escritura y a una formación académica. Aunque estemos de acuerdo en que no necesitas estudiar literatura para dedicarte a ello, en el aula se encuentra con la gestión cultural. Y ese es uno de los ejes principales de su trabajo.
Debido a su formación en marketing, era imperioso transformar ese entusiasmo en algo sólido. Palabralab se fundó en el 2010 y se forma como una empresa de economía naranja, que tiene un compromiso con su equipo y con los escritores, artistas o trabajadores de la cultura que colaboran con el espacio. Si bien las actividades son pagadas, también lo son el equipo y quienes imparten los talleres.
Adelaida tiene la costumbre de adaptarse a las necesidades de su comunidad, de escucharlos, de preguntarles y de incorporar esto a su agenda y a su metodología. Una situación que puede parecer cómica como la oleada de grillos en invierno se convertía en un obstáculo para la movilidad de sus lectores, por lo cual las sesiones no presenciales empezaron antes de la pandemia. Frente a la pandemia se continuó con la línea que ya se había establecido.
Un libro que se había seleccionado antes de la crisis sanitaria y cuya lectura se comentó al iniciar la pandemia fueron “Los muertos” de Jorge Carrión, un libro que trabaja sobre una pandemia y la desaparición de personas. Los libros que se leyeron posteriormente en la pandemia requerían un tono distinto, “Es importante pensar en cómo se sienten mejor, más tranquilos y más cómodos, la fidelidad se genera escuchando lo que necesita el otro”. Volver al club de lectura virtual en medio de la pandemia era volver a algo ya habitual: sostener la línea de la normalidad que brinda un sentido de calma.
En diciembre de 2020 los ánimos empezaron a decaer, después de una encuesta se supo que los lectores quieren leer un poco menos, se brindó flexibilidad con los plazos y se continuó con el formato virtual. En septiembre de 2021 Adelaida cerró sus clubes para repensar la metodología. Los clubes de lectura se enfocaban en ciclos con un eje temático. Palabralab se planteó tener un club de cultura: un taller literario democratizado en el cual reciben un análisis literario, un espacio moderado, pero en el que los lectores tienen voz. Estos encuentros cuentan con charlas de expertos en su materia que frecuentemente se acercan a la temática que abordan los libros, “La idea es formar mejores lectores”.
Cuando se habla de los libros y la lectura uno de los comentarios recurrentes es el acceso al libro: lo costoso que es tener libros en físico, la falta de bibliodiversidad en ciertas librerías, la dificultad de adquirir libros cuando no tienes espacio suficiente. Se debe pensar el libro como un engranaje desde el escritor, editorial, librería hasta los lectores. En medio de los espacios que tenemos o que tuvimos en Guayaquil hay empresas, proyectos autogestionados sin ánimo de lucro y proyectos institucionales. Los espacios de lectura tienen distintas formas y responden a distintas lógicas.
Vuela la pluma
Juntada creativa. Fuente: Facebook de Vuela la Pluma
El caso de Vuela la pluma, es distinto a los otros espacios. Fue un colectivo que estuvo activo durante el 2015 hasta el 2020. Gabriela Barco, quién pensó este espacio, me cuenta que sus años en Buenos Aires, su oferta cultural y asistencia con regularidad a talleres de escritura consolidaron un interés por los espacios de lectura y escritura. En el año 2015 Gabriela vuelve a Ecuador con ganas de crear un espacio, desde la ingenuidad se hace una convocatoria a través de redes sociales comentando las ganas de hacer una juntada creativa. Se empezó con 3 asistentes Walter Alvarado, Arturo de la Torre y María Fernanda Dávila, quienes se convertirían en compañeros del proyecto Vuela la pluma. El nombre del proyecto apela a su regreso a Ecuador, en la transición personal de volver al país de uno, de desplazarse a través de la palabra. Un nombre que transmite movimiento y libertad.
Lo que estaba claro era lo siguiente: un espacio gratuito y de libre acceso, buscar una dinámica horizontal sin una figura de tallerista, para asistir no se requería una formación literaria previa. Lo importante eran las ganas, ir con ganas de escribir y un interés por participar. No era obligatorio leer tu trabajo o dar feedback pero sí se pedía respetar la escritura del otro y orientar las críticas en torno a lo literario y no tanto al contenido o la ideología. Para evitar el nerviosismo de quienes se iban incorporando los lugares de reunión, que eran parques, se iban rotando. A pesar de ello, uno de sus lugares recurrentes era el Parque Japonés.
Gabriela concibió Vuela la Pluma como un espacio para compartir la escritura entre soledades. “Lo importante era que las expectativas del otro no jueguen en contra de tus ganas de escribir”. Me agrada la idea de desaprender la escritura como algo que pertenece a un círculo específico. En medio de un parque de Guayaquil, durante cinco años, un grupo variado de personas se reunía a escribir. A través de disparadores creativos o ejercicios entre la imagen y la palabra empezaron a soltar la mano sin sentirse juzgados. Llega el 2020, se dificulta sostener el proyecto a través de la pantalla y la enfermedad. Este espacio pensado para descansar de las obligaciones se convertía en un lugar que provocaba más ansiedad: sin espacio físico, sin aire libre, y sin el contacto con el otro se complicó. A pesar de ello, Gabriela me cuenta que planea retomar el proyecto desde Cuenca, su lugar de residencia.
Tambo de Lectura MAAC
Taller de lectura infantil. Fuente: Redes de Tambo de lectura MAAC
En el 2019 se inaugura la Biblioteca de las Artes en Pichincha y Aguirre, y se abre un Tambo de Lectura en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo de Guayaquil. El proyecto de los Tambos de Lectura formaba parte del ahora inexistente Plan Nacional de Lectura José de la Cuadra. Este proyecto llegó a tener 39 tambos en funcionamiento en diferentes provincias del país, estos espacios funcionaron hasta mayo de 2022. Mi interés particular por el Tambo MAAC en Guayaquil es debido a que funcionaba en un museo en el centro de la ciudad y era abierto al público. La mediadora de lectura de este espacio es Jenniffer Zambrano, licenciada en Literatura en la Universidad de las Artes, ha trabajado en proyectos vinculados al fomento de la lectura. Jenniffer tiene un interés particular por la narrativa y el cuento, su interés por la lectura viene desde la infancia, coleccionaba libros que le traía su padre de sus viajes de trabajo.
Los Tambos de Lectura se pensaron como espacios para incentivar la lectura a través de lógicas no escolarizantes, sino a través de lo lúdico. Cada mediador llevaba su espacio con sus particularidades, el Tambo MAAC tenía un club de lectura para jóvenes y adultos, otro espacio de lectura para niños y un club de escritura creativa. En las reuniones semanales del club de lectura se leían textos no canónicos, principalmente autoras que están escribiendo y publicando en la actualidad. Leían mucho a Mónica Ojeda y Mariana Enriquez. Para este espacio leer a Mónica Ojeda fue descubrir que desde Guayaquil también se escribe, Ojeda les mostró una mirada distinta al realismo conocido en las aulas. A pesar de la pandemia las reuniones semanales no se detuvieron, se movilizaron a lo virtual hasta mediados de 2021.
La escritura fue uno de los ejes principales del Tambo MAAC acompañado del análisis de textos y el diálogo entre la creación y la lectura. Un espacio de reflexión sobre por qué se escribe. La lectura en el espacio de Jenniffer era una lectura expandida, abarcando el lenguaje visual que contiene el museo y sus exposiciones. Esto aportó a la diversidad de públicos.
Uno de los retos más grandes fue movilizar a la gente a los eventos y consolidar dicha comunidad. Jenniffer comenta que ese es un trabajo que no se detuvo desde que empezó hasta el último día.
Los asistentes llegaban a veces por curiosidad, les emocionaba hacer algo nuevo y cumplir sus propósitos de lectura, terminaban frecuentando el museo todas las semanas. Era un espacio horizontal, donde se generaban afectos. La lectura ya no era algo solitario, era un espacio para compartir, reír y apelar a las sensibilidades. El texto era la excusa para abordar distintas temáticas.
Me fascina la emoción en las palabras de Jenniffer mientras me cuenta cómo los lectores se iban transformando junto a las lecturas y eventualmente se permitían disfrutar del texto estéticamente, más allá de buscarle una lógica a la ficción. “Este espacio era para personas con ganas de leer que necesitaban un lugar”. Cuando concluye el Plan Nacional del libro y la Lectura José de la Cuadra y concluye el proyecto de los Tambos de lectura no solo se cierra el Tambo MAAC, también espacios tan únicos como este en 17 provincias del país.
Biblioteca de las Artes
Encuentro «Creamos Comunidad» cierre de actividades. Fuente: Redes Biblioteca de las Artes
La Biblioteca de las Artes es un espacio de la Universidad de las Artes, es también la única biblioteca especializada en artes del país, su primera sede fue en la actual sala de usos múltiples en la Gobernación. Desde el 2019 funciona como un edificio independiente diagonal a la sede principal. Cuenta con espacios para la lectura, el archivo de El Telégrafo, la galería 4ta pared, y el área de la terraza, la sala infantil Ría y la librería infantil del Fondo de Cultura Económica. La agenda de la Biblioteca no es ajena a las actividades de la Universidad, es un espacio vivo, una biblioteca con música, teatro, charlas, talleres, e inclusive durante un tiempo un ciclo de cine.
En diálogo con Zully Ordóñez, licenciada en Literatura, estudiante de un máster en literatura española y latinoamericana que trabaja en el área de la atención al usuario. Me cuenta sobre la gestión de la agenda de este espacio y sobre Cronotopías: charlas literarias que tuvieron lugar el pasado 2022. La biblioteca al ser un lugar institucional está sujeto a normas que velan por el cuidado del espacio, al recibir a miembros de la comunidad interna y externa es común que necesiten ayuda para utilizar el catálogo. La biblioteca recibe a estudiantes y a miembros de la comunidad externa.
Zully se interesa por la poesía, ha publicado en la revista iberoamericana Casapaís, al igual que Jenniffer no tuvo un acercamiento significativo a espacios de lectura más allá de la Biblioteca Municipal. Muchos espacios para leer eran nichos con un público muy específico en el que no se sentían bienvenidas. El interés de Zully por incentivar la lectura se vió influenciado por los ciclos de lectura en la Biblioteca de las Artes, al cual la invitaron a formar parte como tallerista. Previo a su entrada a la biblioteca, Nikita Félix gestionaba el proyecto de Picnic de palabras.
“Subestimamos a los lectores que vienen de afuera pensando que no les va a interesar que yo le explique cómo funciona el lenguaje de una novela” me cuenta. Cuando propuso Cronotopías no solo pensó en el público: pensó en los invitados a las sesiones. Juntar escritores con compañeras graduadas: brindándole un espacio a los graduados para desenvolverse junto a otras profesiones. Conversamos también sobre el trabajo de Nikita al cual también tuve la oportunidad de asistir: “El nivel de picnic literario, las conversaciones, las líneas temáticas y teóricas junto a las particularidades de los talleristas fueron importantes para concebir Cronotopías”.
“Atraer al público requiere un esfuerzo y una gestión, 15 o 20 personas en una charla es un logro: realmente no es algo común. Uno de los talleres de más impacto fue ‘al sabor de la salsa y la bachata’, impartido por Khristel Ortiz. Un taller en el que no solo se bailó, se habló de la técnica y los procesos históricos de estos ritmos. «Deconstruir la solemnidad occidentalizada. Pensar en la identidad guayaquileña y sus ritmos tropicales”.
El taller de “Al sabor de la salsa y la bachata” fue un taller que llegó a tener la acogida de 60 personas. Otro taller destacado fue “De juegos y lecturas” por Gabriela Castro, una mirada lúdica sobre la creación de cuentos. Al cerrar la entrevista las palabras de Zully me acompañan camino a casa, que estos talleres recuerden al público general que la biblioteca es un espacio abierto y no elitista.
¿Qué leyeron en este 2022?
Empiezo con una mención especial al Tambo MAAC: Mónica Ojeda, Liliana Colanzi y Mariana Enriquez. y una segunda mención a Vuela la Pluma: sus lecturas favoritas fueron Clarice Lispector, Silvina Ocampo, Anais Niin y Horacio Quiroga.
En Palabalab los votados a mejores libros del año fueron “Hamnet” de Maggie O’farrell, “Personas decentes” de Leonardo Padura, y “Pura Pasión” de Annie Arnoux. En Casa Morada los mejor recibidos en los talleres fueron “El Corazón del daño” de María Negroni, “Ornamento” de Juan Sebastián Cárdenas y “La mirada de las plantas” de Edmundo Paz Soldán. Y en la Biblioteca de las Artes: “Las alcobas negras” de Eugenia Viteri y la selección de cuentos ilustrados de Horacio Quiroga publicado bajo Hipopótamo ediciones.
*Nicole Coronado. Estudiante de Literatura del itinerario de Edición y Creación de la Universidad de las Artes. Mediadora de lectura y editora en formación. Se interesa por las ciudades y poéticas expandidas.
*Esta es una colaboración para la redacción de Cultura en Renglones.
*Las opiniones expresadas en este texto son de exclusiva responsabilidad de su autora y no representan la posición del Observatorio.