La cartografía: una herramienta para imbricar arte, política y cultura

En el campo del arte y la cultura, las cartografías se han convertido en aliadas para visibilizar procesos de creación e investigación y, sobre todo, se constituyen en una herramienta de diagnóstico que incidirá en el diseño de políticas públicas.

Por Redacción Observatorio

 Las cartografías despliegan superficies donde nos muestran información acerca la realidad. Describen espacios y nos hablaban de su diversidad poblacional, de sus fuentes hídricas, recursos y accidentes geográficos. También acerca de temas como la gastronomía, violencia de género, índices de criminalidad, el abordaje poder ser muy variado.  Pero, además pueden servir para ilustrar dinámicas culturales de los territorios y para acercarnos a los espacios no tradicionales donde la cultura se asienta en las ciudades. Hoy por hoy, las cartografías se han vuelto una herramienta para hacer visibles objetos y procesos que están vinculados a las prácticas artísticas, pero también a la memoria y las dinámicas sociales. De ahí que el dispositivo cartográfico se ha transformado en un medio para hacer que arte, territorio y política confluyan.

La confección de una cartografía trae consigo decisiones y silencios. Dejar de lado la cuestión del poder ligada a las cartografías sería ignorar cómo la mirada ha configurado los territorios y ha construido relatos con base a ideologías. En Manual de mapeo Colectivo, Iconoclasistas, un colectivo argentino formado por Julia Risler y Pablo Ares, dicen que: “la confección de mapas es uno de los principales instrumentos que el poder dominante ha utilizado históricamente para la apropiación utilitaria de los territorios”. Por eso con su propuesta que acciona desde lo artístico, político y académico, suscitan mapeos colectivos y críticos para proponer narrativas alternativas a las hegemónicas.

En este artículo revisaremos experiencias de prácticas cartográficas contemporáneas donde el arte y la política se combinan para producir nuevas narrativas que nos posibiliten entender el pasado/ presente, y abrir una pequeña mirilla hacia el futuro. A su vez,

 El mapa y el territorio no son lo mismo

La cartografía es una suerte de escritura sobre el espacio. Un intento por fijar determinados elementos y construir una imagen a partir de las subjetividades e imaginarios de quienes transitan o habitan el territorio. El mapa, por el contrario, nos remite a la idea de lo fijo, ya que excluye el movimiento de afectos, actividades cotidianas, historias que hacen del espacio algo mutable. Ya lo dicen los Iconoclasistas en las palabras de Milton Santos: “El territorio es el espacio socialmente construido”.

Las cartografías hurgan en la memoria, emprenden una búsqueda por contar los relatos del pasado que incomodan. En ese sentido, hay dos colectivos que han recuperado material de archivo para trazar sobre la ciudad relatos del horror y de la resistencia; decidir no olvidar, también es un acto político. Uno de ellos es el Colectivo chileno Cartografías de la memoria[1], cuya propuesta ha sido la de pensar en las cartografías como “fotografías de aquellos instantes donde se cristalizan las luchas y los conflictos”. En su cartografía Utopía y Terror en Santiago de Chile (1970-1976), publicada en el año 2021, ubican sobre el centro de la ciudad de Santiago los centros de tortura y detención, así como las zonas desde donde se ubicó la resistencia popular. “Su finalidad no es otra más que ampliar las posibilidades de la narración histórica y de la relación que tenemos con nuestro pasado”, dice este colectivo sobre el acto de revisitar los acontecimientos que han marcado la historia a través de la represión, la violencia y la muerte contra los movimientos social-populares. Igualmente, dentro de este proyecto han diseñado cartografías para conmemorar las luchas populares con Mapa del poder popular: el espacio de la reproducción y el espacio de la acción, Cartografía del Golpe en la Legua, Cartografía en la UTE, Golpe Metropolitano, entre otros, que se pueden consultar en su página de Facebook.

Lanzamiento del Archivo interactivo cartografías de la memoria, Santiago de Chile (1970-1976). Fuente: Web del colectivo.

Otro de los colectivos, en este caso ecuatoriano, que ha utilizado la cartografía como una herramienta para relacionar el arte y la memoria es Merries[2]. Como parte del Encuentro de Ciudades Guayaquil-Medellín (2022) desarrollaron la Cartografía Gótico a nivel del Mar, cuyo objetivo fue el de “mapear los sitios relacionados al terror, la sangre y la muerte en la ciudad de Guayaquil”. Entre el archivo oficial, los relatos que circulan por la ciudad y la escritura como un dispositivo para combinar la historia y la ficción crearon una cartografía que ubica lugares como: la zona de la masacre de los obreros, el lugar donde inicio el gran incendio de Guayaquil y otros sitios que se asocian con el terror en la urbe. A propósito de este trabajo, el colectivo dice que:

Una cartografía gótica del centro de Guayaquil es un ejercicio para dibujar la cara B de una urbe que se pretende construir como un sitio turístico mediante las nefastas estrategias de «(de)regeneración urbana» que criminalizan a los trabajadores independientes y a los sin techo.[3]

Cartografía Gótico a nivel del mar. Fuente: Colectivo Merries.

Por otro lado, en el marco de la fase preparatoria para el Séptimo Encuentro Iberoamericano de Arte, trabajo y Economía (octubre 2022) organizado por Arte Actual FLACSO, en colaboración con la Universidad de las Artes y el Instituto Latinoamericano de Investigación en Artes, se llevará a cabo una mapeo colectivo crítico. Del 5 al 22 de julio, el colectivo La Licuadora[4], que tiene como base la ciudad de Quito y que trabaja en torno a las cartografías, gestionará esta actividad. Esta será una oportunidad para entender de qué manera la universidad ha incidido en los espacios y comunidades artísticas y ciudadanas aledañas. De qué forma habitamos el centro de la ciudad y que posibles conflictos surgen en este entramado social-político. Así podremos repensar las formas en que construimos narrativas a partir de nuestro vínculo/tránsito con el territorio.

El mapeo dirigido por La Licuadora se desplegará en tres ejes: lo artístico-cultural, el género (espacios cuidadores) y lo urbano. Para este Observatorio, las cartografías son una línea de investigación que nos interesa continuar explorando por su potencial para analizar los procesos culturales y porque se perfila como un dispositivo para incidir en el diseño de políticas públicas; de ahí que sea un tema importante para trabajar en conjunto con los GAD, con los que el Observatorio mantiene diálogos.

 2do Encuentro de Políticas y Economía de la Cultura

Dentro de la agenda del 2do Encuentro del Observatorio, que se llevará a cabo del 21 al 24 de septiembre en la ciudad de Quito, se desarrollará el taller Cartografías y metodologías por sistema de información: cartografía de la distopía, una experiencia desde la ciudad de México, el cual será dictado por Elena Román. Ella es quien coordina el Observatorio de Políticas Culturales de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

Román propone un enfoque, que, si bien no se distancia del arte y la cultura, si abre otra posibilidad para el trabajo con cartografías: el diagnóstico del campo cultural.  Al respecto afirma que: “en todo ecosistema cultural, la identificación de sus actores, espacios y formas de organización se vuelve un requisito indispensable para el reconocimiento de sus necesidades, y, por lo tanto, para la formulación de las medidas y políticas públicas que den atención a tales requerimientos”. Por lo que las cartografías al recoger y exponer la información sobre los agentes del campo cultural son otra forma de desarrollar diagnósticos y proponer soluciones a un sector cultural en crisis.

Román trae como caso de estudio el proyecto de Mapa Digital de los Espacios No Oficiales de las Artes Vivas de la CDMX, en el cual se rastrean los sitios independientes para las artes vivas —entiéndase por artes vivas al teatro, el performance, danza, música, circo, stand up, cabaret— e investiga sobre su forma de organización y los impactos del COVID-19 en su funcionamiento. Este proceso de investigación no solo quiere determinar qué sitios se usan para la puesta en escena de las artes vivas en el CDMX, sino también entender las relaciones entre los vecinos, las autoridades y las comunidades artísticas a partir de estos sitios de encuentro.

¿Pero qué significa independiente? En el marco de este proyecto lo independiente se define como los espacios que están por fuera de la estructura institucional del Estado. Y en ese sentido hay mucha heterogeneidad, podríamos hablar de lugares con aforo para 30 o 300 personas. Sin embargo, lo que define “lo independiente” es que estos sitios se encargan de las estrategias de sostenimiento económico, de la gestión y la producción de sus contenidos.

La cartografía no solo muestra cuáles son los lugares independientes para las artes vivas, la cartografía es un posicionamiento político ante la necesidad de satisfacer los derechos culturales ciudadanos que el Estado por, incapacidad de gestión u omisión, no logra cubrir y que por lo tanto se reflejan en la ausencia de políticas públicas para la creación de espacios para las artes. Ya sea para diagnóstico o circulación de los resultados investigativos de las artes y la cultura, las cartografías son una herramienta poderosa, que se trabaja a varias manos, la cual nos ayuda a entender los espacios en los que vivimos, aprendemos, resistimos.

Bibliografía

Ares, Pablo y Risler, Julia. Manual de mapeo colectivo. Recursos cartográficos críticos para procesos territoriales de creación colaborativa. Buenos Aires: Tinta Limón, 2013.

[1] El colectivo “Colectivo transdisciplinario de investigación, experimentación y creación en torno al estudio histórico-territorial y la memoria” está formado por: Ronaldo Durán, arquitecto; Camila Espejo, licenciada en teoría e historia del arte; Alejandro Díaz, arquitecto; Francisca Geisse, investigadora, egresada de teoría e historia del arte; Jaime Navarrete, historiador; Karimme Morales, socióloga; Francisco San Martín, arquitecto; María Adasme, diseñadora; Pablo Seguel, historiador y sociólogo; Dan Valenzuela, gestora cultural; Amaru Fernández, ingeniero en informática.

[2] Este colectivo de “acción literaria” está conformado por: Paulina Soto, Juan Paredes y Ana Crespo, Licenciados en Literatura por la Universidad de las Artes.

[3] Ana Crespo, Un salto hacia las microficciones gótico tropicales. Guayaquil: Merries, 2022. Consultado en línea en: https://herbolariavirtual.wordpress.com/2022/05/02/un-salto-hacia-las-microficciones-gotico-tropicales/

[4] Karina Chicaiza es la representante del Colectivo La Licuadora.

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