Por Aaron Fuentes
Estudiante de la Escuela de Artes Sonoras de la Universidad de las Artes
Julio Bueno, el último y cuarto ministro de cultura del saliente gobierno, originario de la ciudad de Loja, cimentó sus primeras bases musicales desde temprana edad en el Conservatorio superior Salvador Bustamante Celi en los años 60-70s.
Quizás desde ahí nace la ambivalencia que se haría presente y que trazaría una línea de trabajo específica en su carrera en el campo musical: una relación a caballo entre la tradición ecuatoriana y la música académica occidental. Antes iniciar una larga y fructífera carrera en la gestión pública de cultura, la labor de Julio se enfocó, por un corto periodo, en aquella continuidad que algunos especialistas reclaman para la música ecuatoriana: la construcción de un andamiaje académico para el desarrollo musical.
A temprana edad, obtuvo una beca para estudiar piano en el Conservatorio de Música “Gheorghe Dima”, en la ciudad Cluj-Napoca, Rumania. Para 1982, a los 22 años de edad Julio ya estaba de regreso en Loja buscando iniciar una carrera que dio un giro hacia la composición y la dirección musical. Tan solo seis meses después se radicaría en Quito, donde iniciaría sus funciones públicas en el arte como profesor del Conservatorio Nacional de Música. Al inicio de los años 80, da un salto para ser director del coro del Banco Central, que vale recordarlo en ese momento no era solo la principal institución financiera sino también la principal institución cultural del país. A la par, fue director del grupo musical Pueblo Nuevo de1983 a 1989, grupo musical con factura instrumental y abordaje lírico-social propias del contexto histórico latinoamericano, cuyos integrantes terminarían siendo asesores de alto vuelo en palacio de Carondelet en diferentes gobiernos: en una simple analogía podemos decir que lo que Galo Mora —la voz cantante del grupo— fue para Rafael Correa, Julio Bueno fue para Lenin Moreno, y es curioso como la relación con la música se reproduce en la politíca: el primero fue más visible que el segundo, justo como sucedía en Pueblo Nuevo .
Pero no nos adelantemos, pues este fue solo un inicio en una larga trayectoria cuyos andariveles serían la cultura y el poder. Fue efectivamente el fin de los años 80, en el Área Cultural del BCE, la antesala de su debut en lo que podriamos llamar ‘la gran gestión’ en el desarrollo cultural de la capital. En 1990, se vinculó al Municipio de Quito y participó en la construcción del departamento de Desarrollo y Difusión Musical: creó la Banda Sinfónica Metropolitana, el Coro infanto-juvenil y consolidó la Orquesta de Instrumentos Andinos en tiempos de la alcaldía de Jamil Mahuad. Diez años después, para el cambio de siglo y tras la debacle mahuadista en la presidencia, Bueno permanece en la alcaldía de Quito bajo la egida del General Moncayo a la cabeza de una de las recientemente ‘privatizadas’ y adineradas fundaciones culturales; sería en efecto director de la Fundación Teatro Sucre. En una reciente entrevista mencionó, que desde su gestión en la directiva en esta dependencia del 2002 al 2009, “Quito se insertó en el circuito de artistas internacionales”.
La relación de Julio con las altas esferas del poder se terminaría de consolidar en el 2009 cuando desde los albores de la década de ‘Revolución Ciudadana’ se convierte en asesor de la viceprecidencia de la República junto a su esposa Rosángela Adoum, exministra de educación de Mahuad e hija del turco Jorgenrique, uno de los más importantes escritores ecuatorianos del siglo XX. A cargo del proyecto “Circo Social”, con un presupuesto de más de 6 millones de dólares, enfocado en animar a jóvenes y niños con alto riesgo de entrar en situaciones de exclusión social su accionar en el campo cultural y musical comienza a ser observado criticamente por el campo cultural. Durante este paso por la vicepresidencia, no sólo la concepción y ejecución de proyectos comienza a ser polémica, sino que exfuncionarios de la antigua administración de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil denuncian centralismo en la toma de decisiones que afectaban a las cuatro orquestas del país.
En el segundo periodo correista, en los años 2013 y 2014, desde la Subsecretaría de Artes y Creatividad del Ministerio de Cultura, Bueno dirigió el proyecto “La Sinfónica va a las aulas”. Las cuatro Orquestas Sinfónicas principales (Guayaquil, Quito, Loja y Cuenca) divididas en Orquestas de Cámara llegarían a las escuelas públicas. Varias de ellas, según testigos de los eventos, no contaban con los espacios necesarios para la correcta escucha de los estudiantes. En este mismo sentido, adentrándonos en el ámbito de las necesidades no atendidas del campo musical, aprovechamos para recordar que Guayaquil, por años sede de grandes símbolos musicales, y a pesar de algunas épocas de bonanza, aún no cuenta con conservatorios que acrediten a nivel superior la formación de música académica occidental y ecuatoriana. El antiguo Conservatorio Antonio Neumane pasó en el año 2015 a ser Colegio de Artes y, por lo tanto, a manos del Ministerio de Educación. Desde noviembre del 2017, la repotenciación de su edificio está abandonada debido a un fallo burócratico entre los proveedores y la Coordinación Zonal 8 del ministerio. El colegio funciona en las instalaciones del colegio Vicente Rocafuerte y de la escuela “República de Costa Rica” sin los instrumentos ni espacios adecuados por más de tres años.
Cerrando este parentesis ‘musical’ y trasladándonos al inicio de este última etapa de gobierno que terminará en estos días, en 2017, Julio Bueno se convierte primero en asesor cultural del presidente Lenín Moreno, junto a quien, a partir de “una conversación aleatoria”, crearon la iniciativa del Museo-Escuela del Pasillo en la ciudad de Quito. Así lo aseveró Bueno en una entrevista en el canal online “Telesucesos”. Quizas a causa de esta complicidad, Bueno habita Carondelet desde sus inicios, sospechándose una gran influencia en la toma de decisiones de la política cultural nacional. En un cargo diseñado a medida: Director de Gestión Cultural de la Presidencia, influye en la nominación de los cargos directivos de los cargos de cultura y planifica el proyecto ‘Arte para Todos’. Las bases de dicho proyecto contemplaban la contratación temporal por dos meses de 728 personas con un sueldo de USD 733, medida asistencialista y que se inscribe en la inmediatez más no en unas políticas de largo aliento. Así mismo, el proyecto exige como requisito ser bachiller y tener seis meses a un año de experiencia. Es decir, que la trayectoria reconocida y profesional de cientos de trabajadores del arte y la cultura es simplemente desconocida y, por lo tanto, precarizada.
Ya en enero del 2021, a cuatro meses del término del actual gobierno, el Ejecutivo, vía decreto, convierte a Julio en Ministro de Cultura y Patrimonio. Entre sus tareas se encontró justamente continuar con la línea de fomento a diversas áreas del arte y la cultura con un presupuesto de 5,8 millones de dólares mediante el programa “Arte para Todos”. Moreno comentó que esto se trató de una “idea loca” que compartió con Bueno, mientras Camilo Restrepo, presidente de la sede Nacional de la CCE, lo consideró “un aporte histórico”.
En el ocaso del gobierno, Bueno formó parte de la creación de un reglamento para las elecciones a Presidente de la Sede Nacional y Directorios Provinciales 2021, en la Junta Plenaria de la CCE. Misma que decidió que quienes quisieran formar parte del padrón electoral tendrían que enviar una carta solicitando estar en él hasta el 8 de marzo y haberse registrado en el RUAC hasta el 8 de febrero. El proceso sería interrumpido por la aceptación de una demanda de incosntitucionalidad planteada por un grupo de gestores culturales en la ciudad de Guayaquil, pues la Unidad Judicial Penal Sur dictaminó que las elecciones sean supendidas y que el reglamento sea socializado con los núcleos para que sea efectiva.
¿Qué concluir tras este recorrido de Julio Bueno en la politica cultural ecuatoriana en las últimas décadas? Ciertamente que Bueno empezó a actuar sobre las políticas culturales y en la institucionalidad cultural mucho antes de su llegada al ministerio y que sin duda su sostenida influencia ha sido determinante para el estado actual de la políticas culturales nacionales, por cuanto su accionar se ha ejercido en lo local y en lo nacional, en lo público y en lo privado, en lo visible y en lo no visible dentro de los -al menos- 11 diferentes cargos que se han identificado en el presente artículo. En sus últimas entrevistas, el actual ministro mencionó que ha estado trabajando en los recientes días directamente con en el equipo próxima Ministra de Cultura, María Elena Machuca: la pregunta final sería: ¿si Julio trabaja en la transición o en su transición?
Si bien fue un período corto el de Angélica Arias al frente del ministerio de Cultura y Patrimonio, su principal «hazaña», pese a ser una mujer involucrada en la gestión patrimonial, fue permitir y facilitar la destrucción y desmantelamiento del Ferrocarril, patrimonio cultural del Ecuador. Arias y Tello (entonces subsecretaría de Patrimonio, ahora directora del INPC) allanaron el proceso de liquidación del ferrocarril con la destitución de JM, en ese entonces director del INPC, junto a todo el equipo técnico que se oponía a este delito contra el patrimonio nacional; dejando el camino libre de obstáculos y sin control alguno sobre los bienes patrimoniales y de interés cultural y patrimonial del ferrocarril.
De lo que sé, todos los músicos tienen pánico y terror de Julio bueno 😬😬😬
Creo que este Sr. Bueno, ya cumplió su etapa, y debe dar un paso al costado, dejando que nuevas autoridades, nuevos aires, sin alianzas políticas, enrumben la cultura y la música con mejores parámetros, y mejores resultados, por el bien de la juventud ecuatoriana ya descanse Sr. Bueno.