Por Observatorio de Políticas y Economía de la Cultura
El tercer trimestre del año verá transcurrir las elecciones de la Casa de las Culturas Ecuatoriana Benjamín Carrión (CCE). Cada 4 años, el sector cultural ecuatoriano es testigo de una de sus mayores singularidades: el despliegue de un proceso eleccionario para designar a las autoridades de la más tradicional institución cultural del país. Primero, con la elección de directores provinciales, llamados a promover las artes y la defensa de los derechos culturales en territorio; y luego, en el marco de la junta plenaria —una suerte de conclave culturoso—, estos directores provinciales —recién electos o reelectos— escogerán al/la presidente/a de la Sede Nacional. El caso ecuatoriano de la CCE tiene un carácter único, ya que por un lado estas elecciones son de las más masivas y estructuradas votaciones de trabajadores culturales a nivel mundial. Por otro, si bien se trata de una institución pública que hace parte del Sistema Nacional de Cultura (SNC), no responde directamente a las autoridades del Gobierno y su ente rector, el Ministerio de Cultura. La autonomía de la CCE ha sido una fortaleza que le ha permitido convertirse en una voz crítica en diferentes momentos claves de la historia del país y sobrevivir al manoseo que frecuentemente la clase política ha proferido a la democracia representativa y su organización administrativo institucional —desde su creación la CCE ha visto suceder 16 mandatos directivos, mientras que en el país ha tenido casi el doble de periodos presidenciales. Gracias a su autonomía, la CCE se ha erigido también como refugio y brújula para las juventudes y disidencias, y como un espacio de acogida para las minorías en momentos de convulsión nacional.
Sin embargo, no podemos ignorar que en ciertos periodos fue un espacio autárquico, lo cual facilitó que la institución sea cooptada por determinados grupos artísticos e intelectuales, por movimientos sociales o incluso por la política partidista o los gobiernos de turno. Y que, en la última década, desde que fuera aprobada la Ley Orgánica de Cultura (LOC), la CCE tampoco se articulara con funciones y competencias claras y coordinadas dentro del SNC. Ayer y hoy, la Casa ha sido un espacio en disputa o el objeto de vehementes reclamos por parte de actores culturales que se han sentido excluidos o agraviados por su acción.
Por esta dicotomía, los balances que se pueden establecer sobre la octogenaria institución no serán unánimes y ciertamente habrá mucho por discutir respecto de sus posicionamientos -estéticos y políticos- en diferentes coyunturas de la historia ecuatoriana y sobre los impactos estructurales que haya podido generar en la escena artística ecuatoriana.
Más allá de lo anterior, vale tomar en cuenta el modelo pionero de acción cultural territorial de la CCE, trazado en 1944 por el intelectual lojano Benjamín Carrión, diecisiete años antes del invento de las Maisons de la Culture de André Malraux en Francia, que despliega una estructura desconcentrada que permite la presencia de una red institucional en las 24 provincias del país, articuladas por una sede nacional y por su junta plenaria. Esto no es un elemento menor, más aún al contrastarlo con las decrecientes capacidades de operación del Gobierno Central que en el año 2021 culmina el proceso de supresión sus coordinaciones zonales de sus ministerios. La autonomía de la CCE ha permitido a la CCE no sucumbir a las directrices del ajuste neoliberal y posibilita la subsistencia de un necesario entramado organizacional que propicia la cercanía y la participación de la ciudadanía y los actores culturales en sus diversos contextos, en el caso de que su modelo de gestión fuere eficiente y contara recursos acordes con su misión.
Mucha agua ha corrido desde esas elecciones de 2021 abiertas por primera vez a los votantes del Registro Único de Artistas y Gestores Culturales (RUAC). La actual renovación de representantes provinciales y nacionales de la Casa de las Culturas sucede en una época marcada por la violencia, física y política a nivel local e internacional. El país se desangra internamente, las guerras entre gobiernos pululan y estamos expuestos diariamente a las posturas reaccionarias de todo tipo. La política partidista despliega un canibalismo hostil y peligroso ante quienes tienen el “defecto” de pensar fuera de los cánones del pensamiento hegemónico. En varias escalas, la institucional siendo una de ellas, los síntomas de la descomposición social se reproducen y el signo de estos tiempos parece ser la apatía, el desencanto y el miedo.
Entonces, la pregunta que cabe es ¿cómo se desenvolverá la contienda política de estas elecciones?
No somos optimistas, pero esperamos equivocarnos. Vemos en el panorama confrontaciones cruzadas y en diferentes registros: abundará el contenido vacuo para redes sociales, el lenguaje violento se reproducirá desde diferentes voces, las funas al granel se multiplicarán para descalificar a los rivales, y se pondrán en acción una variedad de recursos legales-administrativos para obstaculizar el proceso electoral, la judicialización de la política probablemente prevalecerá al sentido común de la democracia.
Quizá generalizar la desesperanza es excesivo. Estamos seguros de que no todos/as los/as candidatos/as se enmarcarán en esta dinámica: seguramente habrá propuestas interesantes para escuchar, reflexiones pertinentes sobre la situación de la cultura, nuevos actores culturales valiosos por conocer, seres humanos con quienes evitar la hostilidad y dialogar propositivamente.
El Observatorio siempre estará abierto para ofrecer un espacio a candidaturas para que puedan exponer sus ideas, proyectos y visiones sobre la cultura. El acuerdo común y explícito del equipo es que esta plataforma no se prestará para la descalificación, la agresión y la interpelación irrespetuosa a las candidaturas.
Desde ya inauguramos un nuevo periodo de nuestra iniciativa “Silla Vacía”, que en esta ocasión no solamente permitirá a las candidaturas a la Sede Nacional exponer sus planteamientos en dos formatos de entrevistas (escrita y audiovisual), sino que también tendrá un buzón para textos escritos por los/as candidatos/as a los núcleos provinciales, en los que podrán expresar sus posicionamientos políticos, sus planes de gestión y los principales ejes de sus propuestas de campaña. También procesaremos y difundiremos datos y análisis sobre el clima electoral.
Este proceso electoral de la CCE, único en el mundo y que sin duda merece su propio caso de estudio en términos de democracia cultural institucionalizada, plantea desafíos particulares para el sector cultural nacional, propios de un Ecuador del primer cuarto de siglo XXI. Ante estos retos, e independientemente de los resultados de las elecciones, invitamos a gestores y artistas votantes en estas elecciones a observar e involucrarse en el proceso, y a pensar con perspectiva cuál es el papel que debe cumplir la CCE en un país fracturado y en crisis, en el que la cultura debe ser más que un refugio ante la adversidad o un elemento accesorio en las agendas nacionales para convertirse en un agente de transformación e integración comunitaria.
¡Qué comiencen las elecciones! Seguiremos observando…