Quito Tiene Teatro, ¿un festival que vuelve para consolidarse?

Por Santiago Estrella. 

El verano de 2015 fue el punto de partida para un proceso que planteó un nuevo modelo de gestión para la organización de eventos escénicos en la ciudad de Quito. El sábado 1 de agosto nacía el Festival Quito Tiene Teatro, en la llamativa Carpa Escénica del Parque Itchimbía, donde una gran carpa de circo acogió una programación con la diversidad de propuestas escénicas que tenía la ciudad por entonces. En total fueron 34 obras de teatro, danza y títeres que se presentaron en la carpa y en salas escénicas independientes, marcando el punto de partida para un Festival que volvió a los escenarios al siguiente año y se lo ha retomado nuevamente en noviembre de 2024.

La noche del 28 de julio de 2016 llegaba la segunda edición, esta vez se inauguraba con la presentación de la obra Francisco de Cariamanga, del grupo Malayerba, en el Teatro Capitol. Sala llena para una segunda edición que programó 34 obras, entre danza, teatro y circo, tanto en salas escénicas independientes de la ciudad como en la Carpa Escénica, retomando la llamativa y convocante propuesta de la carpa de circo instalada en el parque Itchimbía, con una programación para toda la familia. Hasta aquí, nada demasiado novedoso, pero lo distintivo y que marcó a este Festival fue todo el proceso previo que se construyó.

El esfuerzo de los colectivos escénicos

El sector escénico es amplio y diverso, y eso lleva a que sea también complejo. La unidad de los artistas y gestores ha sido siempre una quimera, una utopía que se convoca, pero que pocas veces se consolida. Ese fue el primer hito del Quito Tiene Teatro. Se juntaron la Asociación Nacional de Artes Escénicas (ANAE), la Asociación de Artistas Escénicos del Ecuador (Asoescena) y la Red de Espacios Escénicos Independientes (RED) para conformar lo que se denominó el Comité de Gestión de las Artes Escénicas. Los representantes de los gremios gestionaron un modelo de acuerdo llamativo con la Secretaría de Cultura del Municipio de Quito, para lograr una propuesta horizontal de contratación.

Regularmente cuando la institucionalidad, como en este caso el Municipio de Quito, contrata festivales o eventos artísticos y culturales, lo hace mediante una empresa productora que se encarga de la gestión. Han sido permanentes las insatisfacciones de los artistas y gestores culturales con ese modelo de contratación, porque las productoras no aplican criterios técnicos, amplios y participativos en la programación y contratación de artistas, además de no brindan las condiciones adecuadas en los eventos, lo que deriva en que no se tengan procesos a lo largo del tiempo. Este modelo conocido como “eventismo” está pensado específicamente para producir eventos concretos, sin contextualización, objetivos y mecanismos que permitan consolidar a un sector escénico en permanente precariedad.

Sobre los antecedentes del primer Quito Tiene Teatro y este punto de partida nos comenta el director escénico sanroqueño Iván Morales, que en ese momento representaba a ANAE: “Las tentativas de generar algo siempre estuvieron presentes, a veces individuales, a veces grupales. Lo que siempre nos preocupó es la tercerización que existía con las productoras, porque éstas se llevaban un gran porcentaje de los recursos y los artistas no teníamos prioridad. Eso se ha discutido de siempre”. Con esa preocupación latente empezaron a trabajar en una propuesta para el Municipio para eliminar esa tercerización. Las primeras reuniones y conversaciones largas se dieron entre Juana Guarderas, por la RED, Marcelo Luje, de Asoescena, e Iván Morales, de ANAE. Poco después se une al diálogo tripartito Javier Cevallos, en ese momento representando a Quito Eterno, quien también recuerda cómo fue el acercamiento para concretar la primera edición: “fue poner a prueba la organización gremial, porque veníamos de un proceso donde, incluso desde la misma SECU (Secretaría de Cultura del Municipio de Quito), se incentivó la división de los gremios. Era clásico que los gremios escénicos no se ponían de acuerdo entre ellos. Por ello era necesario encontrar puntos en común dentro de nuestras diferencias para lograr objetivos. Entonces, se lograron varios objetivos que siempre estuvieron presentes, como tener una vocería unificada para tratar con la institución, y lo otro, fue discutir el rol de las productoras”. Morales y Cevallos coinciden en estos puntos y también en señalar que este proceso les permitió comprender la dinámica burocrática de las instituciones, con las leyes, reglamentos, ordenanzas y procesos que no siempre permiten avanzar con la celeridad y facilidad que éste, y cualquier sector quisiera.

Con estos antecedentes, nace Quito Tiene Teatro como punto de partida de un proceso de diálogo amplio, donde el Comité de Gestión y la Secretaría de Cultura de Quito, en la administración de Pablo Corral ese momento, acuerdan crear el festival, en el contexto de la Villa de las Artes, donde el Comité se encargaría directamente de organizar un proceso participativo y una convocatoria, tanto para salas escénicas independientes, como para grupos y obras teatrales. No fueron pocas las complejidades y situaciones a solventar para sacar adelante este proceso donde, por una necesidad administrativa, el colectivo Quito Eterno figuró como la contraparte contratante, pero siendo el Comité de Gestión quienes tomen todas las riendas en ese camino. Claro, tomar esas riendas no era solo una cuestión de voluntad, había que poner mucho trabajo, tiempo, gestión de por medio. Quito Eterno, al contar con una figura administrativa legal, gerenció el proceso, y cumplir con las garantías que exigen los fondos públicos fue todo un reto.

Al ser los propios artistas y gestores los que organizaban el festival, muchos aspectos que las productoras no suelen tomar en cuenta ahora eran un reto para el Comité de Gestión. Se lanzaron convocatorias para que tanto obras como salas escénicas postulen, con presupuestos mucho más dignos a lo que regularmente se solía destinar, administrando los recursos para que pueda alcanzar para más grupos y propuestas teatrales. No fue sencillo. Iván Morales destaca que uno de los aspectos complicados fue el criterio de calidad: “La idea era hacer una propuesta desde los gremios que vaya en beneficio de los compañeros y compañeras, pero el tema de la calidad era difícil discutir y ponerse de acuerdo en el sector, por la subjetividad que existe en ese criterio. Teníamos que ofrecer lo mejor que tengamos, por ello el trabajo de curaduría fue complejo, porque teníamos que buscar la excelencia, tanto de las obras como de las salas escénicas. Creamos tarifarios para ser muy claros y transparentes”.

Así llegó la primera edición, donde el Comité de Gestión logró armar un modelo que permitió posicionar tres grandes mensajes fuertes. Primero, que efectivamente Quito tiene teatro, un teatro diverso en estilos, formatos, propuestas, un teatro comprometido y muy profesional, un teatro convocante y participativo. Al mismo tiempo, el Comité de Gestión impulsó la idea de que estos eventos no son gratuitos para el público, sino que son con entrada liberada porque los recursos vienen desde el Municipio, es decir, son recursos de todos y todas. Esto implica invocar los derechos culturales de toda la ciudadanía, la posibilidad de disfrute de las propuestas artísticas en la mayor amplitud posible. Una tercera idea fuerza también invocaba a apuntalar que el ejercicio teatral y artístico son trabajo, reconocer la dimensión laboral y económica como cualquier otra profesión.

Javier Cevallos también apunta que un aporte importante de este proceso fue que los grupos y colectivos escénicos comprendan la necesidad de formalizar su condición. De los gremios y grupos que iniciaron, y los que se adhirieron después, solo uno tenía la figura jurídica, algo que este proceso permitió cambiar.

Los retos por consolidar el Festival

Al finalizar la primera edición, el Comité de Gestión, a la par de cerrar informes y toda la tramitología burocrática, preparó una rendición de cuentas pública para que los artistas, gestores y gremios, y en general la ciudadanía, conozca en detalle qué y cómo se trabajó el Quito Tiene Teatro. Iván Morales remarca este momento como trascendente para la transparencia: “fue una rendición de cuentas abierto, con los cartones con las actas de cómo se seleccionaron a los grupos y a las salas, cuánto se pagó, en qué se gastó, cuánto fue la comisión que se merecía Quito Eterno por el gerenciamiento del proyecto. Allí estábamos además presentes para explicar cualquier inquietud”.

Con todo el desgaste que significó el primer festival, pero también con muchos objetivos y procesos avanzados, se propuso continuar. Morales justamente resalta el impulso de los gremios y la voluntad política que en ese momento existía en la Secretaría de Cultura: “todo es voluntad política. Nosotros presionamos todo el tiempo. No es que éramos bien amigos del Secretario de Cultura del momento, Pablo Corral, pero estar allí, aclarando las necesidades y explicando el valor del arte como generador económico, entre otros temas, fue lo que logró que se llegué a la primera edición, con un presupuesto que, si bien no era lo que pedíamos, al menos permitía hacer un trabajo mínimo”.

Para la segunda edición del Quito Tiene Teatro, el presupuesto se redujo, no demasiado, pero no se cumplió la expectativa de crecimiento que se tenía. Pese a ello, se llevó adelante y se volvieron a programar 34 obras en las diversas salas de la ciudad y en la carpa escénica. Aparentemente el festival se encaminaba para consolidarse, pero pese a que en los siguientes años se dieron nuevas ediciones, el proceso se debilitó. ¿Qué factores influyeron en ello?

Javier Cevallos puntualiza que en las primeras dos ediciones un factor importante fue la iniciativa, tomar decisiones y arriesgarse: “en general, todos los que participamos en la primera edición, tomamos decisiones, tomamos riesgos, incluso a lo interno, porque convocar, explicar en lo colectivo es muy complicado. Creo que Quito Eterno salió fortalecido de ese proceso, logró una legitimidad y la confianza del sector escénico a partir de los datos y la información generada”. La decisión de involucrarse en el proceso fue decisiva para que se cree el festival, pero ese mismo elemento es el que posteriormente fue debilitando el camino. Iván Morales comenta que para la tercera edición ya se alejó del proceso al no estar de acuerdo con la idea de involucrar a más gremios, sectores y compañeros/as, que al ver que las primeras ediciones funcionaron bien, quisieron ser parte, lo menciona así: “el sentido democrático hacía ver que era importante hacer una convocatoria abierta para que los gremios y artistas sean parte del Comité de Gestión, pero eso no iba a permitir avanzar con el mismo sentido. Les dije en su momento, no abramos la convocatoria a más gente, sigamos trabajando los que estamos ahora, porque si abrimos a más gente, genera un montón de conflictos y esto puede desaparecer”. Primó el criterio de que sea abierto y democrático, lo que fue minando el proyecto, con menos presupuestos y sin el impacto inicial que llegó a tener. Dos años más se reeditó el festival, y luego la pandemia del COVID19 frenó cualquier posibilidad de continuar.

Vuelve el Quito Tiene Teatro en 2024, ¿con el mismo espíritu?

En noviembre de este 2024 volvió a las salas escénicas de la ciudad el Quito Tiene Teatro. Semanas antes se anunciaba la nueva edición en redes sociales, con las convocatorias para obras y espacios, muy similar a lo que se había trabajado desde los inicios del festival. Para este año apareció un nuevo equipo de trabajo liderado por el actor y director del grupo de teatro Ojo de Agua, Roberto Sánchez, quien nos da detalles de este resurgir del festival: “el proceso era estar detrás para retomar el Quito Tiene Teatro, siempre como una tarea de los gremios como soporte, no como una iniciativa individual. Luego de varios intentos fallidos, reuniones, y viendo que la Secretaría de Cultura del Municipio le ponía trabas y prefería favorecer a otros festivales, decidimos hacer el proyecto para los fondos del IFCI”. De esta manera se recuperó esta nueva edición, con un presupuesto muy limitado, según Roberto Sánchez, cinco veces menor a lo que manejó este encuentro hasta antes de la pandemia. Iván Morales confirma que de la convocatoria del IFCI se adjudicó $20 mil, lo cual resulta muy limitado para todo lo que implica el Festival. Pese a ello, la organización gestionó aportes y auspicios adicionales para llegar a poner en escena 12 obras seleccionadas en 10 salas independientes. El balance, según Sánchez es positivo: “tuvimos llenos en todas las salas, varias funciones con entrada cobrada, otras liberadas o subvencionadas, que es un discurso que mantenemos para que se reconozca el trabajo escénico y que no es gratuito”.

Finalmente, los aprendizajes quedan, y sobre ello Javier Cevallos destaca: “el Quito Tiene Teatro marcó un antes y un después en cómo concebir la relación con lo público. Fue uno de los primeros procesos donde se logró una relación directa con la institución y con colectivos organizados. Además, fue uno de los primeros procesos administrativos y financieros con montos muy significativos para el momento. Permitió demostrar y demostrarnos casa adentro, de que podíamos enfrentar un proceso administrativo”. Destaca también las curadurías serias y los procesos colectivos como herramientas de gestión. De su parte, Iván Morales menciona que faltó fortalecer el proceso, dejarlo bien asentado para que después vengan otros gremios y personas, sobre algo ya consolidado. Para consolidar el Festival, Roberto Sánchez menciona que: “se necesita la inversión de la Secretaria de Cultura de Quito, son muchos años que han evitado el tema, por muchas razones: por desorganización, desidia, desconocimiento o porque no está dentro de sus prioridades, entre otras cosas. Sin embargo, creemos que es un espacio vital para sostener e impulsar los proyectos independientes que están en territorio. Hay que saber que la gente ya espera el Festival y por ahora, lo que tenemos planeado es seguir buscando fondos y auspicios, desde lo público y lo privado, generar más inversión. Buscar que el Quito Tiene Teatro sea una plataforma para fortalecer procesos en la ciudad, no solo generar eventos”.

Quito, como capital, por ahora carece de un festival fuerte y consolidado para las artes escénicas. Este esfuerzo de los gremios que requiere decididamente de la voluntad política para crecer tiene un nuevo momento, a puertas de empezar un nuevo año, queda la expectativa por conocer si se logrará consolidar el Festival, para beneficio de la ciudadanía, de los artistas y gestores. Pese a todo, en lo que todos coinciden es que efectivamente ¡Quito tiene teatro!

Fotografía

Por Santiago Estrella, edición del Quito Tiene Teatro 2016, obra Francisco de Cariamanga.

 

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