Por Luis Fernando Fonseca.
Desde que Ecuador le concedió el asilo a Julian Assange en 2012, las paradojas sobre las filtraciones empezaron a ser más visibles en el tablero político del país. Las interpretaciones sobre la figura del fundador de WikiLeaks derivaron en la persecución contra el programador sueco Ola Bini, un activista de la protección contra ataques tecnológicos que ha sido vigilado por el gobierno desde 2019. Su historia y su trabajo plantean una alerta sobre la privacidad de otros activistas, de reporteros, editores y de todos quienes usen herramientas tecnológicas.
‘Libertad Vigilada’
Un día alguien con poder ordena que otros vigilen y persigan.
Los ojos fisgones pueden ser varios a la vez o alternarse, como lo cuenta el periodista y antropólogo visual Diego Cazar Baquero en el libro Colateral (Editorial Tizarrón, 2023). Ahí, en el Capítulo VII (‘¿Quién te abrió la puerta?’), habla de un “agente que fingía hacer compras empujando un cochecito del súper” mientras grababa con su celular; o del “extraño mendigo que pasó toda una noche echado en el vestíbulo del edificio del departamento de Ola (Bini)”, el programador informático sueco que luego vio cómo el vigilante “se levantó, se cambió de ropa, guardó la mudada de pordiosero en una mochila y se marchó como peatón ordinario, con su corte cadete y su paso bamboleante”
El espionaje se repite, con más o menos frecuencia, porque a Ola lo han perseguido desde hace cinco años y medio. En otro momento, ese personaje –más burdo que el de la película Das Leben der Anderen: La vida de los otros, 2006– aparece en un parque, frente al sueco, a Diego y a Sara Zambrano, la Directora ejecutiva del Centro de Autonomía Digital (CAD). El vigilante –narra Diego– hace una videollamada a través de un celular y se pone de espaldas para que el ojo de la cámara los enfoque a los tres.
¿Qué elementos deben unirse para que un periodista pueda ser testigo del espionaje mientras charla en un sitio público con quienes entrevista?
Me hago esa pregunta mientras espero un bus en la Avenida de La Prensa. Una caravana de autos sin placas y con vidrios oscuros pasan escoltados por policías. ¿Los vigilados pueden tener paranoia? Sara responderá que sí, que los parámetros de seguridad del CAD, que fundó Ola, son estrictos al momento de revisar la documentación de colaboradores a quienes van a contratar. También limitan el acceso a lo que llama “infraestructura tecnológica” con la que trabajan. Y que son herramientas como la computadora a través de la que se conecta para responder a mis preguntas.
“Los registros y las fotografías que guarda el equipo de seguridad de Ola Bini son abundantes”, demuestra Diego, en su libro. Ese equipo ha visto drones a través de la ventana de apartamentos; punteros láser que atraviesan parabrisas para apuntar objetivos; antenas parabólicas que tienen que ser acomodadas en las afueras de un edificio. “Son un poco torpes, pero no descartamos que pueda existir otro tipo de vigilancia, que no hemos identificado y contra la que tomamos medidas de seguridad para no exponernos”, dice Sara.
En el citado capítulo de Colateral, Diego puso un epígrafe que es una necesaria definición hecha por Ola Bini, que lleva el cargo de Paranoia principal en el CAD:
“La privacidad es, esencialmente, el poder controlar toda la información que tiene que ver con nosotros mismos, sea trivial o íntima. Con la vigilancia llega la presión sobre la gente para que actúe de cierto modo y eso significa que no eres libre para escoger, y si no eres libre para escoger, no tienes democracia. Proteger a la privacidad de ataques tecnológicos es lo que nosotros hacemos todos los días”
La detención ilegal de Ola, el 11 de abril de 2019 en el aeropuerto Mariscal Sucre, estuvo atravesada por violaciones a su privacidad y también de torpezas que se profundizaban durante cada audiencia. Y que continúan. La ONU, la OEA, la CIDH y más de 100 organizaciones internacionales, como Amnistía Internacional, Access Now, Derechos Digitales o Electronic Frontier Foundation “han cuestionado el proceso que la Fiscalía lleva en su contra sin pruebas, bajo presión política y con una serie de irregularidades procedimentales”, contaba Diego en agosto de 2021, en un reportaje[i] del medio digital La Barra Espaciadora.
La historia está documentada en su libro y recoge testimonios para cuya obtención el autor caminó incluso por Torp, en Suecia, el país al que Ola aún no ha podido volver. Desde enero de 2023, cuando fue declarado inocente, ha cumplido su “presentación periódica” en la Fiscalía, aunque ya no lo reciban. Durante más de un año decidió, con sus abogados, hacer un registro de cada visita porque no se levantaron las medidas cautelares.
El recurso legal que espera su defensa es el doble conforme, me explica Sara a través de una sesión de Zoom que ha esquivado los apagones de estos días. Se trata de un derecho constitucional para quien ha sido declarado inocente en primera instancia y, luego, culpable en segunda instancia. El objetivo es que “dos tribunales ratifiquen si merece la condena o no”, le dijo uno de los abogados, José Charry, a la periodista Paola Carrillo[ii]. Desde el 8 de abril de 2024, el Tribunal de Garantías Penales de Pichincha no se pronuncia, cuenta Sara. “Se cumplieron los cinco años para que prescriba este caso y no se han pronunciado; nosotros tenemos el interés de seguir demostrando la inocencia de Ola”
Julian Assange. El origen
El jueves 11 de abril de 2019 también es la fecha en que Julian Assange fue expulsado de la Embajada de Ecuador en Londres, durante la Presidencia de Lenín Moreno, luego de casi siete años de haber permanecido ahí (entre el 19 de junio de 2012 y el 11 de abril de 2019). El primer capítulo de Colateral (‘Error 404’) se inicia con el relato de esa fecha. Con la escena de Ola Bini enterándose de la noticia de que su amigo australiano era arrestado por la policía inglesa. Lo que Ola no había leído o visto oportunamente fue la rueda de prensa que dio la entonces ministra María Paula Romo, en la que confirmaba el retiro del asilo diplomático al fundador de WikiLeaks.
Ahí Romo dijo, sin demostrar pruebas, que “se tenía conocimiento de que hackers rusos cercanos a la organización vivían en Ecuador, desde hacía varios años, y que estaban colaborando en presuntos intentos de desestabilización del gobierno”. A cinco años y medio de sus declaraciones, la comprobación de esas afirmaciones es nula, se argumenta en Colateral. Uno de los efectos colaterales de la violación de la privacidad de Ola Bini al asociarlo con Julian Assange –pese a la torpeza de llamarlo hacker ruso– fue que estuviera preso en el Centro de Detención Provisional El Inca durante 70 días (hasta el 20 de junio de 2019).
Miles de páginas se han escrito sobre Assange. En el libro ‘Criptopunks. La libertad y el futuro de internet’ (LomEdiciones, 2013) el propio hacker australiano alertaba insistente a la población mundial sobre los peligros del escenario interconectado que vivimos. Fue una suerte de presagio del caso de Edward Snowden, el exagente de la CIA y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) que develó un vasto programa secreto de vigilancia por internet.
Assange demostró, con declaraciones oficiales de la Justicia de los Estados Unidos, que varias compañías de comunicaciones (Google, Facebook, AT&T o la hasta hace poco llamada Twitter) entregan la información que pasa por sus sitios a la NSA, reseñó el medio The Clinic Online[iii].
“La infraestructura de internet dirige gran parte del tráfico desde y hacia América Latina a través de cables de fibra óptica que físicamente atraviesan las fronteras de Estados Unidos. El Gobierno de ese país no ha mostrado escrúpulos en transgredir su propia ley al interceptar estas líneas para espiar a sus propios ciudadanos. Y no existen las leyes que impidan espiar a ciudadanos extranjeros. Cada día, cientos de millones de mensajes de toda América Latina son devorados por sus agencias de espionaje y almacenados para siempre en depósitos del tamaño de ciudades”, escribió Assange en el Prefacio para América Latina.
Desarrollar un software propio contra las superpotencias y divulgarlo significaría liberar y democratizar la criptografía, escribió después, en el amanecer de su reclusión diplomática.
Jon Lee Anderson. La duda
¿Qué elementos deben unirse para que un periodista se proteja del espionaje mientras convive con las filtraciones como fuente?
Me hago esa pregunta mientras se cumplen cinco años de cuando conocí[iv] a Jon Lee Anderson, el periodista que logró que se descubriera dónde se escondían los restos de Ernesto ‘Che’ Guevara. Él conoció a Assange en la casa de un amigo en común, Vaughan Smith, que los presentó en Norfolk, al sur de Inglaterra, en la casa donde Julian estuvo bajo arresto domiciliario durante un año, antes de asilarse en la Embajada de Ecuador en Londres.
“No le pedí los vericuetos de sus asuntos de cama en Suecia porque no fue una entrevista”, recordaba Jon Lee en el vestíbulo de un hotel quiteño, en mayo de 2019. “Salí a la mañana siguiente pensando que era algo así como un anarquista utópico, antiamericano en general y con un ego muy grande. No me resultó antipático particularmente, pero él pensaba que lo que había hecho era muy importante, tenía un aire como de líder de secta, un carisma que se notaba en su presencia y en su relación con los acólitos que lo rodeaban”
Cuando describió al fundador de WikiLeaks como “callado y observador”, aproveché para preguntarle sobre la discusión que se había formado esos días, sobre si llamar periodista o hacker a Assange.
“Es un hacker –respondió enfático Jon Lee Anderson—; no recuerdo que haya escrito crónicas ni editoriales. Al decir esto no estoy tratando de victimizarlo o demonizarlo, es simplemente lo que es. Durante un tiempo se alió con órganos de prensa y periodistas para la edición y curaduría de documentos que él filtró. Pero en ningún momento que yo recuerde fue periodista. ¿Qué ganamos con esas filtraciones?
(…)
No digo que no tenga un lugar, hay otros casos, como Panama Papers, que se distinguen. Pero de lo que hablamos es de una conducta política que llega a dañar procesos electorales. Me queda la duda, por ejemplo, de si en mi país tenemos a Trump por el poder de Assange. Fue tan delgada la línea de su victoria que en parte se puede decir que fue determinante.
En consecuencia, yo no le voy a dar las gracias por eso, ni llamarle periodista (…) Eso proviene de un grupo de abogados, quizás. Que intentan que él sea visto como un periodista. Es que no me consta que lo sea, sino que trabajó con periodistas, pero como hacker.
(Edward) Snowden tampoco es periodista, fue espía. Y se fue a Moscú después de filtrar documentos. Lo llaman whistleblower (denunciante); un silbatero, digamos, que espío documentos y los divulgó a través de WikiLeaks. Pero WikiLeaks no era The Guardian ni The New York Times. Dependían de la prensa para que se publicara lo que filtraron”
¿Se puede decir que Assange y Snowden rebasaron los alcances de la prensa? Aún se cree que, si no filtraban cierta información, esta no se hubiera conocido…
“Hay que cuestionar si el valor de cada documento deviene en una virtud periodística, histórica o qué. El procesar eso es clave. Yo, como muchos otros colegas, no tenía una opinión en contra del primer WikiLeaks, que revelaba secretos de embajadores y demás. Era interesante aunque no cambió el mundo.
Pero cuando reveló información sobre la guerra en Afganistán, sin el proceso de curaduría, de edición para proteger las fuentes, los periodistas con los que colaboraba Assange empezaron a ver las cosas de forma distinta, a cortar sus lazos con él porque había hecho un dumping de millones de documentos, con nombres y apellidos de informantes, de gente en posiciones sensibles.
Empezaron a verlo como un acto de prepotencia y de descuido inexplicable. A partir de entonces, Assange tiene más problemas en cuanto a su imagen, relaciones públicas. Y desde que develó documentos del partido demócrata, durante la campaña de 2016, con la única y obvia intención de dañar a la candidata Hilary Clinton, que competía con Donald Trump. Así cruzó la raya y se convirtió en otra cosa”
¿En qué se convirtió?
“Sabemos que esos documentos llegaron de la inteligencia rusa, aunque se niegue. Entonces, no sé lo que Julian Assange fue en ese momento. ¿Cooperante de los servicios rusos? Tiene algo con ellos aparentemente —fue quien sugirió a Snowden que fuera a Rusia.
Curioso que alguien que dice tener que revelar todos los secretos de los gobiernos nunca lo ha hecho con el que más violaciones en cuanto a la libertad de expresión ha cometido en los últimos años. Los periodistas en Rusia no tienen libertad. Los matan, amedrentan y tienen que salir del país”
«Soy libre porque me declaré culpable de hacer periodismo»
Sus canas y el traje azul lo hacen parecer mayor que los 53 años que tiene.
Desde los 41 estuvo privado de la libertad, hasta el pasado 25 de junio. Pero el fundador de WikiLeaks habló por primera vez sobre el acuerdo judicial en el que se declaró culpable, en la sede del Consejo de Europa, Estrasburgo, el martes 1 de octubre de 2024. Y aparece tras el letrero que le han puesto sobre la mesa (Mr Julian Assange), solemne, frente al micrófono. La agencia France24 lo cita: “ya no teme ser ni arrestado ni extraditado a Estados Unidos por cuenta del ejercicio del oficio”, el periodismo.
Se describe como un preso político y acusa a las autoridades estadounidenses de recurrir a la Ley de espionaje para acusarlo por filtración de datos, a través de la divulgación de cientos de archivos que pusieron en jaque material confidencial de Washington acerca del manejo del conflicto tanto en Afganistán como en Irak, en una odisea que lo alcanzó en 2010. La condena de 62 meses de prisión se anuló porque el Departamento de Justicia – EUA consideró el tiempo que había permanecido tras las rejas.
Es un hombre libre, con canas, que se protege de la vigilancia.
“Como organización nos da mucha alegría saber que finalmente está con su familia”, dice la Directora ejecutiva del CAD, al otro lado de la pantalla. “De todas formas, no es algo que nosotros podamos celebrar al 100% porque, finalmente, él se vio obligado, se vio orillado a tomar la decisión de aceptar la culpabilidad de delitos que no había cometido. Era eso o, quizá, morir en prisión y que lo persigan de por vida después”
Esa reflexión habla de qué tan real es la libertad en el mundo actual. Vuelven a aparecer contradicciones sobre la justicia frente a la libertad de expresión que fueron visibles desde la reclusión de Assange en la Embajada. “Es una evidencia más de lo que una persona se ve obligada a hacer para frenar esa persecución”, insiste Sara Zambrano.
Los programadores que trabajan para reforzar la privacidad de periodistas y activistas sociales pueden ser perseguidos[v], confirma la historia de Ola Bini. En el Blog de la página autonomía.digital, Sara Zambrano publicó, el 24 de octubre, el artículo “Comunicaciones privadas y economías ilegales”[vi] para hablar de cómo el crimen organizado en Ecuador ha usado aplicaciones como Threema, Telegram, Signal y WhatsApp en Ecuador para “comunicarse y coordinar su logística y operaciones”
¿Debemos pensar que esas aplicaciones son nocivas y debemos evitar su uso?, se pregunta la autora y lo descarta con un sólido argumento:
“Las plataformas son herramientas pensadas para solucionar determinados problemas; el uso que decidamos darles parte de principios éticos que moldean nuestra forma de actuar como parte de una sociedad. La misma herramienta empleada para coordinar actos delictivos puede ayudar a coordinar acciones de organizaciones de sociedad civil, defensoras de los derechos humanos y es por ello que debemos priorizar los aportes positivos de las aplicaciones que contribuyen a la defensa y el fortalecimiento de la privacidad. El cifrado fácilmente puede convertirse en el factor determinante entre la vida y la muerte para personas y comunidades en riesgo alrededor del mundo”.
‘Soberanía digital’
Estos días, asambleístas y trabajadores de medios de comunicación han dedicado mucha atención a difundir, replicar y narrar la filtración de los chats[vii] del activista político Fernando Villavicencio[viii], candidato a la Presidencia de la República asesinado en Quito el miércoles 9 de agosto de 2023. Se ha dicho que su privacidad ya fue vulnerada, en organismos de control y plataformas personales, por quienes lo persiguieron para localizarlo ese día. También se ha dicho que ‘clonaron’ su celular luego de su muerte y que la policía[ix] tenía a su cargo la custodia de su información personal, ahora pública.
Esto tiene que ver con el derecho a la privacidad y la protección de datos, con las garantías que los Estados deben dar a los ciudadanos en cuanto a la protección y el cifrado de las comunicaciones. Los gobiernos deben “abstenerse de vulnerar las protecciones que mantienen a salvo nuestra privacidad”, escribió Sara. También recuerda una responsabilidad de los consumidores de tecnologías: debemos hacer un uso consciente de estas al ejercer nuestros derechos. Y eso se extiende a investigadores y periodistas, con quienes trabaja desde la organización sin fines de lucro que es el CAD.
¿Qué elementos deben unirse para que un periodista se proteja del espionaje de gobernantes cuyo discurso está poblado de la palabra transparencia?
“El argumento de ‘yo no tengo nada que ocultar’ es una constante –cuando los programadores del CAD les hablan de privacidad a varios periodistas, dice Sara Zambrano–y se debe al desconocimiento porque se considera que para que seas sujeto de vigilancia tienes que tener un perfil político, ser un personaje relevante o estar en riesgo. Está tan naturalizada la interacción con la tecnología que entendemos lo necesario para utilizar una distinta plataforma o aplicación, sí, pero no nos detenemos a pensar qué es lo que está detrás.
Cuando nosotros les explicamos que cada uno de nuestros datos tienen valor en el mercado y que existe una serie de riesgos adicionales (que a través de esa información te pueden localizar, que te pueden ubicar, que te pueden generar perfiles a través de tus hábitos de consumo, tus hábitos en el uso de información a través de las redes o de cómo interactúas con la tecnología), caen en cuenta y cambia un poco la perspectiva. Le llamamos ‘sembrar un poquito de paranoia en la gente’, un miedo inicial que les motive a tomar acciones para para protegerse y mejorar sus prácticas”
A la regla asumida de verificar y contrastar urge añadirle la de proteger los datos de quien informa.
Créditos.
Foto de portada: Omar Arregui Gallegos para: La Barra Espaciadora: «Ola Bini es inocente», por Diego Cazar Vaquero/ @dieguitocazar .
https://www.labarraespaciadora.com/ddhh/ola-bini-es-inocente/
Notas.
[i] “Ola Bini: una historia siniestra en un país ridículo”, La Barra Espaciadora – https://www.labarraespaciadora.com/ddhh/ola-bini-una-historia-siniestra-en-un-pais-ridiculo/
[ii] “Ola Bini es arrojado a un nuevo laberinto judicial” , La Barra Espaciadora – https://www.labarraespaciadora.com/ciberespacio/ola-bini-un-caso-sinfin/
[iii] “Criptopunks: el libro de Julian Assange que adelantó a Edward Snowden”- https://www.theclinic.cl/2013/08/10/criptopunks-el-libro-de-julian-assange-que-adelanto-a-edward-snowden/
[iv] “Jon Lee Anderson: No voy a llamar periodista a Julian Assange” – https://naufragoensutinta.wordpress.com/2021/01/07/jon-lee-anderson-no-voy-a-llamar-periodista-a-julian-assange/
[v] Al mediodía del jueves 31 de octubre de 2024, en el Centro Histórico de Quito, mientras hacían coberturas de protestas sociales, varios reporteros de medios digitales verificaron que la fuerza pública usa inhibidores de señal para interrumpir la organización de los activistas, Wambra medio comunitario – https://x.com/wambraEc/status/1852033746553164061?t=oiKpOLcWBivPT6g0T4GvRA&s=08
Sara Zambrano me recuerda que en las crónicas del libro ‘Ausencias: nombrar al Ecuador profundo’ (Kikuyo Editorial, 2024), la periodista Karol E. Noroña explicó las razones por las cuales los presos usan celulares dentro de las cárceles, para comunicarse con sus familiares, ante la indefensión en que se encuentran en el contexto de masacres como la del pasado martes 12 de noviembre en la Penitenciaría del Litoral. Karol expuso ante la CIDH que miembros de una organización narcocriminal planeaban matarla antes de marzo de 2023, por lo cual se exilió hasta mediados de este año – https://www.periodistassincadenas.org/cuanto-cuesta-exilio-periodista/
[vi] CAD – https://autonomia.digital/2024/10/24/private-communications-and-ilegal-economies.html
[vii] La semana pasada, la Mesa de Articulación para la Protección de Periodistas (MAPP) denunció la filtración ilegal de 8.959 chats que involucran a más de 150 periodistas ecuatorianos y a Fernando Villavicencio. “Esto representa un grave riesgo para la seguridad de los periodistas y socava la libertad de prensa. La información filtrada incluye detalles sensibles y podría usarse para intimidar y amenazar”, publicó la ONG Fundamedios, el 10 de noviembre de 2024 – https://www.fundamedios.org.ec/wp-content/uploads/2024/11/comunicado-MAPP.pdf
[viii] En el Capítulo V (‘La democracia de las piruetas mediáticas’) del libro Colateral (Tizarrón, 2023), Diego Cazar Baquero dedica el apartado “La Panadería” (p. 235) a contrastar una entrada del portal digital Periodismo de investigación, que se publicó con el título “La panadería, espionaje desde la cárcel”, sobre al presunto montaje de “una granja de trolls a favor del gobierno” de Lenín Moreno desde el CDP de El Inca.
[ix] “Zurita responsabiliza a la Policía por la filtración de los mensajes del celular de Villavicencio”, Plan V – https://planv.com.ec/historias/crimen-organizado/zurita-villavicencio-crimen/