Centro Cultural Benjamín Carrión en Quito: usar lo público para desarrollar pensamiento

La escritora Daniela Alcívar está a la cabeza del Centro Cultural Benjamín Carrión, una institución de la Secretaría de Cultura de Quito, que desde lo editorial se ha enfocado en libros y en talleres que, de manera gratuita, colocan al pensamiento contemporáneo al acceso de la ciudadanía.

Por Eduardo Varas C.

Se trata de una apuesta curiosa.

Una institución municipal destina recursos para una propuesta editorial y de actividades que acerquen conceptos y reflexiones actuales a la ciudadanía. Es decir, en Ecuador, precisamente en Quito, hay inversión pública en lo cultural enfocada a la discusión e intercambio de ideas, probablemente la cosa más inútil para muchos, porque se supone que hoy vivimos en un mundo cada vez más resignado a la generación de riqueza —dinero— como sinónimo de éxito.

Esa perspectiva existe en el Centro Cultural Benjamín Carrión, un espacio inaugurado en 1994 y que funciona como un servicio cultural que da el Municipio Metropolitano de Quito, a través de publicaciones y eventos.

Los últimos cinco años, la Casa Carrión —como se la conoce— ha estado dirigida por la escritora Daniela Alcívar, que ingresó con una propuesta particular que ha sobrevivido críticas desproporcionadas y la incertidumbre política de una ciudad que entre junio y septiembre de 2021 vivió un tira y afloja legal para definir quien, entre Jorge Yunda y Santiago Guarderas, quedaba como alcalde.

¿Cuál fue la idea detrás de lo que se buscaba hacer en el Centro Cultural Benjamín Carrión?

Desde que entré, mi propuesta fue el enfoque alrededor del ensayo como forma. Digamos que la renovación del concepto editorial de la Casa, junto al fomento a la lectura y escritura del ensayo. Y por eso tenemos la colección Modos del ensayo que nos ha tomado muchísimo, pero es una colección súper importante y ahora tenemos la nueva colección que estamos por sacar con traducciones de textos contemporáneos.

¿Traducciones de textos ensayísticos con pensamiento actual?

Sí, por qué se trata de no achicopalarse. ¿Por qué no podemos traducir por primera vez al español estos libros tan importantes que ni en España, en Argentina o ni en México se han traducido?

Eso es ya tomar una posición política ante la generación del pensamiento…

Sí, porque siento que hay una cosa que nos afecta culturalmente, que no es gratuita porque estamos muy apaleados por los gobiernos, por el contexto y por todo lo que nos está pasando como país, ¿no? Pero cargamos ese complejo de inferioridad, como de que no podemos hacer algo grande. Pues no, lo vamos hacer y lo hicimos. Podemos hacer cosas que sean bacanes para el público en general. Y eso también es político.

Que no nos importe el lugar pequeño que creemos habitar…

Pues tal vez somos marginales y periféricos, pero también hay que hacer de eso una potencia.

¿Qué nos puedes decir de esa colección de traducción?

La colección se llama Fecunda errancia y sale este año. Son tres tomos. Fred Moten y Stefano Harney son los autores del primero. Fred Moten es un músico, un poeta, un pensador y filósofo afroamericano increíble y su perspectiva de la teoría crítica es la raza. Luego tenemos otro tomo de Cary Wolfe, que es un pensador estadounidense que, en este caso este libro se llama Zoontologías, que es la teoría crítica pensada desde el eje de la especie. Entonces son estudios animales desde la filosofía, teoría crítica alrededor del problema de la barrera de la especie. Y el tercero es de Adriana Cavarero, que es una pensadora feminista italiana y es un libro que se llama A muchas voces, un estudio sobre la voz desde la perspectiva de la filosofía feminista.

¿La Casa Carrión buscó a los traductores?

Sí, buscamos quién nos pudiera ayudar en este corto tiempo con las traducciones. Y que además fueran traductores idóneos porque, por ejemplo, para traducir el libro de Fred Moten hay que tener una cabeza teórica bien sólida, porque es difícil y al mismo tiempo es poético, entonces tenía que ser un traductor que escribiera muy bien, que tuviera una cabeza teórica y que al mismo tiempo pudiera manejar el idioma. Tenemos traductores de Ecuador, Venezuela y Costa Rica.

¿Se van a quedar con esos tres títulos en la colección?

No, el próximo año saldrán tres más.

Lo que piensan los otros a través de los ensayos

La colección Modos del ensayo es quizás una de las joyas editoriales de este país. Son —hasta el momento— siete publicaciones, de autores y autoras como el poeta y lingüista peruano Mario Montalbetti, el crítico y ensayista argentino Alberto Giordano, la filósofa española Marina Garcés, el traductor argentino Darío González y la ensayista e investigadora mexicana Mariana Oliver. Ecuador está muy bien representado en este conjunto con libros de la académica, investigadora y traductora Cristina Burneo Salazar y de la docente, crítica e investigadora Karina Marín.

Modos del ensayo va sobre el pensamiento enfocado en varias temáticas y discusiones. Estos son libros que piensan sobre la movilidad humana, pasan por la reflexión sobre el arte y lo bello, por los alcances del lenguaje, los orígenes de una literatura nacional ecuatoriana, la traducción, hasta la necesaria conciencia de una lectura que considere al cuerpo como parte fundamental.

No son libros con ideas fáciles de asimilar, pero sí son claros. Están trabajados para exigir a los lectores que piensen o reflexionen sobre lo leído.  ¿Y lo mejor? Se consiguen en el Centro Cultural Benjamín Carrión sin costo alguno.

¿Cómo surge una idea como la de Modos del ensayo?

De centrarnos en el ensayo y renovar un poco el concepto editorial de la Casa, que era muy de tomos monográficos; bueno, no había mujeres en el catálogo, ni una sola, incluso estéticamente eran libros más conservadores.

¿Y cuánto tiempo tomó armar la colección?

Nos tomaron cuatro años armar los primeros tomos.

¡Cuatro años!

Es muy duro cuando te das cuenta de que Kafka no hacía metáforas. Es muy duro hacer un trabajo 7 u 8 veces y que a veces, al final, no tengas ni un resultado. Los presupuestos públicos son anuales, entonces cada año que no lo lográbamos, era empezar de cero el proceso, otra vez.  El chiste aquí era como: bueno, estamos en la carrera como infinita, ¿no? A veces decíamos: ya tiremos la toalla, porque está maleada esta colección. Hasta que finalmente lo conseguimos, pero tomó cuatro años.

Esos son los puntos que critican muchas personas acerca de lo burocrático…

Bueno, también fueron años de terrible inestabilidad política con las entradas y salidas de alcaldes. Yo igual, no despolitizo la cuestión de la burocracia porque también es muy fácil salir a criticar a los burócratas. El problema es que hay un desprestigio sistemático de lo público, ¿no? Todo lo público está atravesado por la sospecha previa; entonces, si es dinero público por supuesto que tienen que haber todos los controles, por supuesto que todo tiene que ser transparente. Pero lo que está ocurriendo desde mi punto de vista, a nivel sistémico, es hacer imposible el trabajo y atrás de hacer imposible el trabajo hay un discurso antipúblico.

¿Antipúblico en qué sentido?

En que parten un poco de la mala fe y de la mala leche, porque me imagino que nadie puede negar que sea algo bueno que exista una exposición, por ejemplo, de la Bauhaus en el CCM (Centro Cultural Metropolitano) o que acá se haga una colección de libros de ensayo que siempre han sido inconseguibles en Ecuador y que de repente se puedan conseguir. Por eso es muy duro tener que lidiar con un discurso que no es inocente, que no es neutro sino muy político, que pone bajo la luz de la sospecha lo público, siempre.

¿Por eso cada cierto tiempo aparece gente pidiendo que te echen de la Casa Carrión?

Me encontré a Andrea Alejandro (poeta y artista visual) en la feria del Último día del verano, nos dimos un abrazo y me dijo: Oye, Dani, ¿por qué todo el mundo te quiere botar de tu trabajo?  Se daña un transformador o pasa cualquier cosa y “boten a Daniela Alcívar de la Casa Carrión”. Yo me muero de risa. Este es un cargo codiciado a su nivel, pero yo pienso que es por un malentendido. Quizás estos cargos directivos antes eran de mucho privilegio y hasta tenían chofer. Ahora es… Dios mío, creo que no tienen mucha idea de lo que ya no tienes. Aquí el trabajo es de fajarse, es muy agotador, muy sacrificado.

No es un espacio de privilegio…

El privilegio es trabajar en esta casa (que fue de la familia Carrión Eguiguren en los años 40 y 50, ubicada en Jorge Washington y Ulpiano Páez, en el centro norte de Quito, en el barrio La Mariscal) y tener la libertad de decisión sobre los productos que hacemos. Así puedo incidir en esta pequeña medida en lo que pasa en la cultura de mi ciudad, de mi país y eso se hace desde un lugar muy pensado, muy consistente teórica y conceptualmente y eso es un privilegio.

La apuesta por el pensamiento

No solo son las publicaciones las que se mueven por el terreno de las ideas. A más de talleres de escritura de ensayo, encuentros como Cartografías de la disidencia y charlas o clases magistrales, destinadas a darle espacio a otras formas de pensamiento —como la clase abierta El canto del monstruo: música y escritura para la insurgencia, dictada por la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda, el 16 de septiembre pasado—, el Centro Cultural Benjamín Carrión lleva adelante la Cátedra Abierta de Pensamiento Latinoamericano, que son una serie de sesiones cada dos semanas, por Zoom, dirigidas por el poeta y académico Fabián Darío Mosquera.

Esta cátedra abierta, a la que también se inscribieron ecuatorianos que viven en otros países, indaga sobre las formas de pensarse como latinoamericanos, desde diversas perspectivas, con nivel intenso de lecturas y de ideas. En síntesis, todo es pensamiento.

¿Por qué apostar por el pensamiento?

Creo verdaderamente que el ejercicio de pensar está tan devaluado. El sistema en el que estamos viviendo, el neoliberalismo, en lo regional y global, nos empujan a la devaluación absoluta de la idea de pensar, como si pensar fuera para idiotas. Pero tenemos que seguir pensando y si es difícil, mejor.

Este no deja de ser un momento complicado para la reflexión…

Y me parece que, para elevar el nivel del debate, que ha sido bajísimo, hay que empezar por aceptar cuáles son las posiciones políticas en pugna, lo cual no tiene nada de malo. Si transparentamos nuestras posiciones políticas en pugna, podremos discutir honestamente nuestras posturas y alimentar nuestro campo cultural.

Igual, no deja de llamar la atención que desde una institución ligada al Municipio de Quito exista este tipo de apertura a la reflexión…

A veces se siente como que es muy poco, pero lo otro es no hacer nada. Es una especie de

necedad, de persistencia en la idea de que, si estos espacios públicos no hacen esto entonces, ¿con qué nos quedamos? Todo lo que tiene que ver con lo empresarial, con lo privado, incluso con los ámbitos académicos privados, fuertemente sesgados en términos políticos, es una merma de las humanidades, una instrumentalización o una perspectiva productivista en términos capitalistas y neoliberales del pensamiento y entonces el último reducto que le queda al país es lo público.

¿En lo público está la respuesta?

En realidad, siempre la única respuesta es lo público. No hay de otra desde mi punto de vista. Siempre la universidad pública, siempre los espacios públicos. Si es que nosotros desde lo público nos plegamos a las lógicas imperantes capitalistas, neoliberales, productivistas, entonces estamos perdidos. Capaz ya estamos perdidos, pero estamos tratando de no perdernos tanto o de, al menos, luchar o de seguir como dice John Berger, haciendo una respuesta en la oscuridad. Berger dice una cosa que se me quedó muy grabada y a la que siempre retorno cuando estoy muy desanimada: él dice que el optimismo es para los inversionistas, para gente que hace cálculos y que hace proyecciones y de acuerdo a eso, actúa. La esperanza, no. La esperanza es siempre es una respuesta en la oscuridad. Y después remata: una respuesta a qué, no sé, pero es una respuesta.

Recursos visuales 

Fotografía David Valarezo Roca

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