Detrás de la bibliodiversidad: Estrategias de las editoriales independientes ecuatorianas

Por Gabriel Delgado. 

En el vasto campo del sector del libro en Ecuador, la lucha de las editoriales independientes por mantenerse a flote se asemeja a la épica contienda de David contra Goliat. Goliat, en esta analogía, no es otra cosa que la suma de obstáculos imperantes como la ausencia de políticas públicas efectivas, la falta de subsidios al papel, el casi obligatorio pluriempleo, y las consecuencias de la falta de un Plan Nacional del Libro. Estos desafíos, enormes y desalentadores, mantienen en amenaza a los diversos agentes que preservan y enriquecen la diversidad literaria. Sin embargo, al igual que David, las editoriales independientes ecuatorianas resisten a través de estrategias para enfrentarlos. Estas pequeñas y autónomas empresas son las que, motivadas por su compromiso con la literatura, están detrás del desarrollo y fomento de la bibliodiversidad y creación de nuevos públicos lectores.

Pero, ¿qué es la bibliodiversidad? Incluso habrá quien pregunte ¿qué es una editorial independiente? Según las definiciones de la Declaración Internacional de los Editores Independientes 2014, el editor independiente es un editor “de creación”, quien ejerce labores editoriales innovadoras y autónomas, sin estar ligado a partidos políticos, religiones, grandes empresas u otras instituciones. Su independencia se manifiesta tanto en la estructura del capital, como en el desarrollo del debate de ideas y el espíritu crítico lector a través de su catálogo. A su vez, la bibliodiversidad es definida como «la diversidad cultural aplicada al mundo del libro.» Si bien el mercado editorial está encabezado por el oligopolio de las grandes empresas editoriales transnacionales, que se encargan de una producción que puede responder a cierta diversidad editorial, lo cierto es que está centrada en el aspecto cuantitativo, enfocada en publicaciones que aseguren las ventas, sin importar su relevancia en cuanto a su diversidad. Por su lado, la bibliodiversidad es interpelada por una gestión editorial orientada hacia la calidad y diversificación de títulos. Por lo tanto, los editores independientes, en correspondencia a su labor autónoma, se preocupan por construir catálogos que aporten con temáticas y voces heterogéneas, que difieren de la propuesta editorial homogeneizadora de los grandes grupos.

El auge y consolidación de las editoriales independientes ecuatorianas

En Ecuador, si bien existen predecesoras como la Editorial El Conejo (1979) y Eskeletra Editorial (1990), durante la última década se ha visto —y me atrevo a llamarlo así— un boom de editoriales independientes ecuatorianas, como se evidencia en las estadísticas publicadas por la Cámara Ecuatoriana del Libro en el artículo «2018: El libro ecuatoriano en cifras», donde se detalla un crecimiento editorial desde el año 2014, con 498 editoriales registradas en el sistema internacional del ISBN (International Standard Book Number), aumentando al número de 646 editoriales registradas en el 2018. En ese mismo año, la Cámara Ecuatoriana del Libro registró 5.253 títulos publicados, alcanzando un total de más de 8,9 millones de ejemplares. Según los datos del registro del ISBN, quienes influyen más en esta producción masiva son las instituciones gubernamentales y editoriales independientes, lo que evidencia su participación activa como agente importante en el capital económico y cultural del país.

Para poner en perspectiva la presencia de las editoriales independientes en el país, el grupo de investigación a cargo de Camila Corral, LibreLab: laboratorio experimental de investigación interdisciplinaria sobre lecturas y prácticas editoriales de la Escuela de Literatura de la Universidad de las Artes, realizó un mapeo abierto para conocer las características de los agentes editoriales en el sector ecuatoriano. Tomando los resultados de la cantidad de respuestas que obtuvieron en la investigación como una referencia, se concluye que el 87,2% de los proyectos editoriales nacionales se definen como editoriales independientes. Esto significa que constituyen un eslabón importante en cuanto a la gestión y creación de propuestas literarias diversas y de calidad que enriquecen y mantienen en circulación el panorama editorial ecuatoriano.

En palabras de Corral: «Son las editoriales independientes las que han abanderado la bibliodiversidad […] A través de sus catálogos han construido territorios de contrapoder frente a lo uniforme, a lo que nos obligan las tendencias de mercado de los grandes grupos editoriales, en el que no solo defienden las voces distintas sino las diversas formas de contar, de ver, de hablar y de ser.»

Caracterización de las editoriales independientes nacionales: estrategias y desafíos

Es justo que, para caracterizar estos aspectos, me puse en contacto con tres editoriales independientes nacionales.

Sur Editorial

Para empezar, Alexánder Ávila, escritor, editor y dueño de Sur Editorial, localizada y puesta en funcionamiento desde el 2016 en Macas, Provincia de Morona Santiago, comenta: «qué más bibliodiversidad que hacer libros y montar una editorial en una región que históricamente nunca se ha beneficiado de ninguno de los proyectos entorno al libro.» Debido a la posición geográfica de su editorial, ha notado que se encuentra en desventaja, puesto que, políticas públicas como el Plan Nacional del Libro y la Lectura le resultan proyectos centralizados, cuyo alcance se mantiene en las grandes ciudades. Según Ávila, «de por sí montarse un proyecto editorial acá [en Macas] ya supone una especie de suicidio económico. Pero también es brindar una oportunidad a la gente de acá que nunca ha tenido la oportunidad de conocer de qué se trata una editorial.» La labor de Sur Editorial se centra justamente en la necesidad de darle voz a autores y autoras de la Amazonía a través de la colección Anent, apostando por poner en circulación libros que, sino, serían sólo leídos por familiares o quedarían guardados en cualquier bodega del departamento de cultura de turno. Así mismo, en la colección Obras Selectas, publica a aquellos autores nacionales que, por su escritura fuera de los cánones, son considerados “outsiders”.

«Si buscas novedad, tienes que llevar libros donde nadie los ha llevado, donde siempre han estado olvidados.» asevera Ávila.

Turbina Editorial

Por otro lado, la propuesta de Juan Pablo Crespo en Turbina Editorial (2016), tiene como propósito refrescar el ámbito editorial local, para lo cual apuestan por publicaciones más arriesgadas en tanto contenido y su tratamiento estético. Según Crespo, «la parte del diseño es fundamental para una editorial. Me parece que es una parte indisociable de su identidad. En principio, esa parte de la materialidad se construye con dos elementos: el diseño y contenido del libro.» La innovación en diseño y materialidad se la atribuye a la nueva ola de editoriales independientes nacionales pues, a diferencia de las predecesoras de hace cuatro o cinco décadas atrás, que mantenían una línea gráfica clásica y conservadora, las propuestas editoriales independientes de la última década han enfocado su labor en renovar ese aspecto de la edición. En palabras de Crespo: «las nuevas editoriales hemos buscado renovar eso, y cuando renuevas algo, eso atrae y va captando públicos, formándolos con una nueva forma de leer, con nuevos formatos, nuevos diseños.»

A su vez, otra estrategia fundamental en la labor de Turbina Editorial es el contenido. En este sentido, sus publicaciones apuestan por un tipo de contenido que antes de ser publicados por Turbina, no eran considerados para divulgarse por su carácter disruptivo. Entonces, esa perspectiva empieza ya a enfocarse directamente a la búsqueda de un cierto público que esté interesado en la literatura desafiante, no necesariamente fácil o de entretenimiento. Crespo asegura que no apuntan, como editorial, a la captación de un público masivo, sino a uno fiel al tipo de contenido que les interesa publicar. «No estamos atrás de vender 10 mil ejemplares al mes, sino de publicar contenido de calidad que renueven y refresquen, que rompan con las formas tradicionales de la escritura.»

«Buena literatura, buenas ediciones, a precios accesibles, esa es la misión de Turbina Editorial.»

Kikuyo Editorial

Kikuyo Editorial es otra de las propuestas editoriales que resulta pertinente analizar. Operativa desde el 2016, en Quito, surge como una editorial puesta al servicio de las luchas sociales y del pensamiento crítico, centrando su labor en el ensayo y en el activismo cultural. Es así como sus obras se alinean a temáticas sobre estética, arte, teoría y pensamiento crítico. Daniel Galeas, jefe editorial de Kikuyo, comenta que su catálogo no se enmarca necesariamente dentro de registros académicos y/o normativas institucionales, porque buscan generar pensamiento que estimule pensamiento desde el formato del ensayo. «Entonces la ligazón que creamos entre el contenido y sus formas, que tiene que ver con el diseño y materialidad, se encuentra en un criterio de expandir la experiencia lectora. No nos interesa reproducir ensayos o textos de manera lineal y meramente tipográfica.» Menciona que, como editorial, creen en la experiencia lectora como integral, por lo cual su función es amplificar la propuesta del autor/autora por medio de otros registros. Entonces se genera un quiebre, donde obras con un pensamiento muy crítico, llegan a lugares donde nunca antes hubiesen llegado sin el detalle de su concepción estética, creando un diálogo a partir de ello.  «Creamos un hilo orgánico, donde no solo es un texto y su contenedor, sino que este último es, a su vez, parte de la experiencia lectora. Nos interesa el libro como un dispositivo estético y crítico.»

También es preciso mencionar que, Kikuyo Editorial creó la Red de Editoriales Autónomas hace unos años en conjunto a editoriales colombianas, mexicanas, chilenas. «Pero su esplendor duró muy poco y pudimos hacer un libro, una colección y una amistad, siendo lo último lo más valioso.» Porque de esa amistad lo que surgió fue la capacidad de distribuir sus obras en Colombia. Galeas menciona que se habla mucho de la cadena productiva del libro, pero que a ellos como editorial les gusta hacer hincapié en la cadena afectiva del libro. Actualmente se encuentran en pláticas para la creación de una nueva red con editoriales de México, Argentina y Chile, denominada Rizoma, en la que buscan plantear la complejidad del libro y cómo abarcarlo por sus cuatro grandes aristas: cultural, cognitiva, mercancía y política. Este tipo de estrategias resultan importantes, pues lo que permiten las relaciones internacionales de edición es pensar los problemas editoriales de manera colectiva, y crear vínculos y alcances del libro ecuatoriano a nuevos escenarios.

Contexto nacional sobre leyes y políticas públicas de la lectura y el libro

En el contexto ecuatoriano, hemos contado con cuatro normativas nacionales sobre el libro y la lectura: dos leyes nacionales del libro, y dos planes nacionales del libro y fomento a la lectura, una de ellas estando aún en proceso de elaboración. La primera fue la Ley de Fomento al Libro publicada en el Registro Oficial No. 757 de 26 de agosto de 1987, en la que el libro consta como un instrumento fundamental para la difusión de la cultura y conocimientos, por lo cual es obligación del estado la difusión y promoción de la lectura a nivel nacional. Para ello, la ley considera indispensable apoyar a la industria editorial nacional y que el Plan Nacional de Desarrollo prevea, en un capítulo correspondiente a la política cultural, la expedición de una Ley que contemple y ejerza en aras de estos objetivos.

Esta Ley es precedida por la Ley del Libro publicada en el Registro Oficial 277, Norma 47, el 24 de mayo de 2006, en cuyo Art. 2 se versa como objetivo inicial lo siguiente:

«a) Proteger la industria editorial ecuatoriana, a través del fomento y apoyo a la producción, edición, coedición, importación, distribución y comercialización del libro, como medio insustituible para elevar el nivel de cultura, transmisión del conocimiento y la investigación científica.»

Según los comentarios de los editores que pude entrevistar, estas Leyes no han obtenido los resultados objetivos. Juan Pablo Crespo, con dos malas experiencias, adjetiviza a las políticas públicas como “deficientes”. Comenta que, en su primera experiencia el Ministerio de Cultura ofreció financiar un libro a cinco editoriales independientes seleccionadas, las cuales terminaron pagando parte del monto, puesto que el pago fue incompleto debido a que le restaron el Impuesto a la Renta, por ende, les tocó cubrir ese monto de diferencia. En la segunda experiencia se postularon con Turbina Editorial al concurso de fondos públicos del entonces IFAIC (Instituto de Fomento para las Artes, Innovación y Creatividad), en el periodo 2019-2020, y ganaron. Sin embargo, se demoraron ocho meses en pagar el monto final, plazo de tiempo que excedió el indicado en el contrato firmado con el Ministerio de Cultura y Patrimonio. Sin duda se evidencia una falta de institucionalidad en cuanto a los procesos para efectuar estas políticas, las cuales, según Crespo, son ineficaces en cuanto al apoyo al sector editorial, afectándolo.

Por otro lado, antes de la aprobación de la Ley Orgánica de Cultura en 2016, no contábamos con un plan nacional de fomento al libro, hasta la ejecución del Plan Nacional del Libro y la Lectura “José de la Cuadra”, en 2018. Sin embargo, fue cerrado el 31 de diciembre del 2021 por el Gobierno del expresidente Guillermo Lasso. En este contexto, el sector del libro y sus actores se han mantenido precarizados por la creación de políticas públicas desde perspectivas ajenas a los procesos y a los agentes propios del sector, dando como resultado políticas mínimas y carentes. Un ejemplo de ello lo podemos hallar en el 2022, cuando, junto a la publicación de los resultados de la encuesta de «Hábitos lectores, prácticas y consumos culturales», realizada por el Ministerio de Cultura, se expidió una presentación que tenía la función de establecer «Lineamientos para la política pública» partiendo de los problemas que se podían rastrear en el análisis de las respuestas obtenidas en dicha consulta. Finalmente, para bien o para mal, esta propuesta quedó solo en un documento, sin llegar a ejecutarse.

Primeras impresiones de la nueva Política Nacional de Fomento a la Lectura, la Oralidad y Acceso al Libro

Es a través de estos episodios —cuanto menos, importantes— que se puede evidenciar la falta de conocimiento y experiencia que se ha suscitado alrededor del rubro y de sus necesidades por parte de las instituciones públicas. Es por esto que, para la creación de la nueva Política Nacional de Fomento a la Lectura, la Oralidad y Acceso al Libro, presentada el pasado 26 de junio, se gestionó una convocatoria para crear un consejo consultivo, encargado de mediar la gestión de la política pública, sucedida por el plan de fomento, desde las necesidades del sector. Entre los miembros del consejo consultivo se encuentran Camila Corral y María Paulina Briones, ambas docentes de la Escuela de Literatura de la Universidad de las Artes. Por un lado, María Paulina Briones, escritora, catedrática y editora ecuatoriana, expresa que el consejo se encuentra conformado por un grupo muy variado y diverso, que han aportado con su experiencia con políticas públicas, o desde su propia profesionalización en estos ámbitos. Briones menciona que, desde su perspectiva, el consejo ha incidido en gran medida con sus consejos, críticas y propuestas con respecto a los documentos que les presentaban a lo largo del proceso. Asevera que han hecho un fuerte énfasis en la importancia de la digitalidad, al igual que las oralidad y discapacidades para la creación del diseño de la política pública.

Por su parte, Camila Corral, editora, redactora e investigadora especializada en cultura, menciona que es importante entender que según la Ley Orgánica de Cultura, es el Ministerio de Cultura y Patrimonio el rector de la política pública, la cual ya fue lanzada el pasado 26 de junio en Quito. Pero quien está encargado de ejecutar el plan es el antes denominado IFAIC, ahora IFCI. Según Corral, desde el año pasado han existido mesas sectoriales virtuales donde se crearon ciertos lineamientos para establecer la política pública, con Sebastián Concha como consultor. Fue con estos lineamientos que trabajaron en conjunto con el consejo consultivo para la creación de la política, la cual, sin el acompañamiento de un plan, es sólo abstracta y teórica. «Y ese es el gran reto: que el plan se consolide y tenga unos instrumentos que lo permitan operativizar y una asignación presupuestaria necesaria para ello», comenta Corral. Con respecto a la incidencia del consejo consultivo en la gestión, cree que sin duda la ha tenido, pero que aún así esta carece de representatividad ciudadana, pues no se ha hecho un trabajo en los territorios para socializar los puntos que se establecen en la política ya expedida. Para Corral, el documento emitido queda debiendo en varios factores, por falta de un levantamiento de información nacional, territorial y plural. Asegura que en esto han sido enfáticos con Jorge Carillo, directo del IFCI, pues, según Corral, «sin información cultural real y responsablemente analizada, ningún proyecto tendrá el impacto que se requiere.»

Podemos entonces resaltar que el accionar de las editoriales independientes, a pesar de los desafíos que presentan la falta de política públicas eficientes, no sólo desempeñan un papel crucial en la creación y enriquecimiento del capital cultural y económico del mundo del libro nacional, sino que también ofrecen alternativas literarias que promueven la bibliodiversidad y el acceso a nuevas voces y narrativas. Así pues, la labor de editoriales como Sur Editorial, Turbina Editorial y Kikuyo Editorial, entre otras, demuestran que es posible construir un mercado editorial vibrante y diverso, incluso en un contexto desafiante. A través de estrategias innovadoras en distribución, diseño y contenido, estas editoriales están alcanzando nuevos públicos, al igual que redefiniendo el valor y el impacto de la literatura independiente en Ecuador. Su trabajo evidencia la necesidad urgente de un apoyo más decidido por parte de las instituciones públicas para que puedan seguir contribuyendo al desarrollo cultural del país.

Además, debido a que aún se encuentra en proceso de elaboración, es complejo visionar los futuros resultados del nuevo Plan Nacional de Fomento a la Lectura. Sin embargo, sí que es posible analizar cómo el panorama del libro nacional se ha mantenido en los últimos años frente a la falta de acciones eficaces por parte de las instituciones culturales públicas. Por lo cual resulta importante que esta información impulse a una mirada crítica y de seguimiento en cuanto a la expedición del imperante Plan Nacional del Libro y la correcta forma de su ejecución, pues si este no está acompañado de voluntad política y de asignación presupuestaria, entonces quedará en un documento discursivamente alentador, pero sin ningún tipo de ejecución.

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