¿De qué sirve celebrar 100 años de cine ecuatoriano?

Artículo de Eduardo Varas.

La fecha se institucionalizó en 2006, cuando el Ministerio de Educación del Ecuador declaró el 7 de agosto como el Día del Cine Ecuatoriano. Esto porque esa fecha, en 1924 se estrenó en Guayaquil la película El tesoro de Atahualpa.

Un filme escrito, protagonizado y dirigido por Augusto San Miguel, considerado el punto de arranque del cine producido en Ecuador. No es precisamente el primer material rodado en el país, porque ya existían reels y material noticioso que filmó en Ecuador.

Como el material del documental Fiestas centenarias del Ecuador, filmado durante la celebración de los 100 años de la Batalla del Pichincha, el 24 de mayo de 1922. Un contenido recuperado en 2016, por el entonces agregado cultural de la Embajada de Ecuador en París, Jorge Luis Serrano, quien lo encontró en las bodegas de la institución.

Pero El tesoro de Atahualpa abre la puerta al cine nacional.

Y eso tiene un sentido, de acuerdo a la investigadora Wilma Granda: “No celebramos el homenaje al poder con el desfile militar”, dice ella, responsable de las investigaciones más importantes sobre la historia del cine en el país. “A San Miguel lo celebramos por lo que irradia, por lo que sugiere con temáticas que no eran asimiladas ni calificadas por el poder, como poner a los indios en escena, que no era algo que estuviera bien visto por la época”.

Sí, hay un gesto político cuando se habla del nacimiento del cine ecuatoriano.

La celebración de los 100 años del cine ecuatoriano también parte de una paradoja. Porque se sabe que El tesoro de Atahualpa se vio en salas, se conoce quienes actuaron en ella, los testimonios de gente que conoció a San Miguel y que nueve días después de su estreno guayaquileño se pudo ver en Quito.

Existe información, pero El tesoro de Atahualpa no existe en ningún lado.

El material que se usaba para filmar eran películas de nitrato de plata, algo altamente inflamable y lo que se filmó en eso, desapareció.

“No es nada raro que haya pasado eso, porque se supone que un gran porcentaje del cine mudo en el mundo se perdió”, dice el cineasta y docente Javier Izquierdo. Él es uno de los responsables de que se hable de la figura de San Miguel, ya que en 2003 estrenó su documental Augusto San Miguel ha muero ayer, como una especie de búsqueda de ese primer material cinematográfico rodado en Ecuador y parte de la historia del cine nacional.

Izquierdo formó parte del grupo de académicos y expertos que intervinieron en los dos días del coloquio por los 100 años del cine ecuatoriano, que organizaron en conjunto la Cinemateca Nacional Ulises Estrella y la Universidad Andina Simón Bolívar. Entre el 30 y 31 de julio de 2024 se habló sobre la memoria, el archivo, sobre San Miguel y sobre cómo preservar el cine nacional y otros temas.

Fotografía cortesía de Cinemateca Nacional del Ecuador
Fotografía cortesía de la Cinemateca Nacional del Ecuador

El problema del punto de partida del cine nacional

Hay un mito detrás del nacimiento del cine ecuatoriano. Y como todo mito, este genera una narrativa que funciona como triunfo. Augusto San Miguel, en 1924, tenía 19 años cuando, con el dinero de la herencia paterna, se trajo los equipos necesarios de Europa para hacer películas.

Ese mito habla de un joven dedicado al teatro, que miraba agachando la cabeza y mirando hacia arriba, con un look como el de Bill Skarsgard haciendo de un Pennywise mientras intenta ser humano. Una persona que se lanzó con todo a hacer arte. Un joven que murió con 31 años y del que no queda su obra fílmica.

El cine ecuatoriano es hoy presencia. Se hacen películas con mucho esfuerzo, pero se las hace. Dos décadas atrás, cuando no había mucho o al menos muy poco puesto en evidencia para la gran mayoría, era necesario ese mito.

El propio Izquierdo lo sabe: “Cuando yo hacía ese documental, hace 20 años, no había mucho cine ecuatoriano. Entonces había la necesidad de buscar referentes. 20 años después el cine ecuatoriano se podría decir que es una realidad y para mí, por ejemplo, ya no es tan necesario seguir pensando y romantizando las películas de San Miguel”.

Dependiendo a quien se le pregunte, el cine vive o en un estado de emergencia o en un momento de múltiples alternativas para que la creatividad gane terreno y permita hacer películas. Ambas posiciones confluyen en una idea: es como si siempre se estuviera viviendo un inicio del cine nacional.

Para el investigador y director del Área de Comunicación en Universidad Andina Simón Bolívar Ecuador, Christian León —quien también intervino en el coloquio sobre los 100 años del cinehan existido a lo largo de la historia varios momentos en los que se promociona —“con bombos y platillos”, dice— a la nueva primera película ecuatoriana para que pasen décadas sin que suceda mucho.

“Esa ha sido la historia intermitente y accidentada que solo se estabiliza un poco en el 2006 con la Ley de Fomento a la Producción Audiovisual, que hace que efectivamente haya esta idea de un comienzo largo y permanente” dice León.

Para él, eso permitió que, a través del Estado, con una política pública de estímulo, creciera la producción cinematográfica. Lo que se tradujo en el estreno en salas de cine, durante 2012 y 2013, de 17 filmes hechos en Ecuador. Pero una década después, ya no es igual.

“Con la crisis del financiamiento por parte del Estado y la crisis de la institucionalidad misma de fomento al cine —con la fusión del IFAIC y el ICCA que todavía no ha sido resuelta, pese a existir un decreto presidencial que habla de que ambas instancias de fomento a las artes deben permanecer separadas— hacer películas sigue siendo tan difícil como hace años atrás, ¿no?”, dice León.

“Podrían tranquilamente no existir —las nuevas películas ecuatorianas— porque nadie las ve o muy poca gente las ha visto”, dice Izquierdo.

Si bien la oferta de cine ecuatoriano en los últimos años ha dejado de lado su carácter de cine de autor, y se ha decantado por un cine más de género, como la comedia —Wannabis, de Santiago Paladines—, el thriller —Distorsión, de Gabino Torres—, o continúan los dramas —La piel pulpo, de Ana Cristina Barragán, o La invención de las especies, de Tania Hermida—, hay una relación que está rota entre público y películas.

Problemas de conexión y de memoria

Hace casi 12 años, una película ecuatoriana podía tener una audiencia de 150 mil espectadores en salas. Hoy, con suerte puede aspirar a 5000. ¿Qué está pasando ahora que no sucedía la década anterior?

Para las personas consultadas en esta nota, una respuesta clara tiene algunas aristas que considerar.

“Nos hace falta un tipo de educación que nos permita imaginar —dice Wilma Granda—, y generar un sentimiento distinto de belleza, porque tenemos al abogado o al doctor que creen que ser feliz es tener una televisión grandota o contar billetes. Nos hace falta la sensibilidad para romper con muchas cosas”.

¿Y cómo se rompe con muchas cosas? Para León es imprescindible que se entienda, desde el Estado y lo privado, que existen otras formas de cine que no son necesariamente las de Hollywood. Esto se enfrenta de manera directa con la idea de que el cine justifica su existencia solo por su recuperación económica. Un criterio que tiene en Latinoamérica miles de seguidores.

“Es verdad que Hollywood es una industria que se sostiene por financiamiento privado, pero es una de las pocas industrias que lo hacen. Los casos así son muy contados. Aparte de Hollywood están Nigeria y la India. Para que en el resto de países exista un cine producido nacionalmente tiene que haber algún tipo de política pública de fomento a la producción”, dice Christian León.

Es un error conceptual condicionar la existencia de un cine nacional a la recuperación del dinero. “El rédito de este tipo de bienes no viene necesariamente de lo económico”, dice León.

El cine requiere de un apoyo estatal porque resulta imposible que pueda crecer solo de iniciativa privada, tomando en cuenta que “en primer lugar, es un arte muy costoso y, en segundo lugar, el mercado está totalmente monopolizado. Han habido películas ecuatorianas muy buenas que han tenido buena respuesta de público, pero las salas de cine las sacan, aunque tengan un buen porcentaje de ocupación, porque deben cumplir con sus compromisos con el cine de Hollywood”, dice León.

La oferta reducida a nivel temático y de posibilidades cinematográficas afecta a los propios consumidores. “Al público educado en ese tipo de cine, le pones algo distinto y simplemente no le va a gustar”, concluye León.

Para Mariuxi Alemán, directora de la Cinemateca Nacional Ulises Estrella —institución que organizó una muestra gratuita por los 100 años del cine ecuatoriano los primeros días de agosto, y que tiene planeadas más muestras de este tipo hasta el próximo noviembre— no hay cómo no luchar por mantener y seguir construyendo más espacios para que otro cine pueda ser consumido.

Se trata, según ella, de cambiar vidas a través del cine. El objetivo es “generar un espacio de pensamiento y de crítica con el que puedas ver el mundo de una manera diferente. Esto lo creo porque lo viví, porque vengo de la universidad pública, vengo de unos espacios no tan privilegiados que me han dado la oportunidad de entender la importancia de este tipo de cine”.

Un tipo de cine que, además, se enfrenta a otra dificultad al cumplir sus 100 años: la protección de su archivo.

No solo se ha perdido la primera película del cine nacional; en realidad se han perdido muchas cosas y ha sido el trabajo de la Cinemateca Nacional, así como de esfuerzo privados e individuales, los que han permitido resguardar lo que se tiene.

“Nosotros tenemos aproximadamente 825 horas de visionamiento real con todos los documentos que existen, mientras que la NASA tiene 20 años, creo, de visionamiento real”, dice Granda, quien también fue directora de la Cinemateca.

No solo hay poco material comparado con otros lugares. Los recursos también son mínimos. Por ejemplo, en 2024, con un presupuesto anual mínimo de 10 mil dólares —sin contar el gasto corriente—, la Cinemateca Nacional hace lo que puede hacer.

En seis meses, la institución adscrita a la Casa de la Cultura Ecuatoriana, ejecutó el 100% del presupuesto y ahora, gracias a una serie de fondos conseguidos al aplicar a varias convocatorias —así como el apoyo de la Prefectura de Pichincha y la Secretaría de Cultura del Municipio de Quito para armar una publicación con el material más antiguo de la Cinemateca y llevar películas a distintos barrios de la ciudad— el trabajo se enfoca en digitalizar y aumentar el archivo.

No es el camino preciso a seguir para mantener un archivo. La conservación del material audiovisual debería hacerse en términos físicos y no digitales, pero es al menos un camino para que no se pierda todo.

“Estamos haciendo estudios para ver si podemos cambiar la bóveda de espacio”, dice Alemán sobre el lugar en el que mantienen las cintas en físico. Esto, como una decisión de la actual administración de la Cada de la Cultura.  “Con estos respaldos digitales podremos extender la duración del material y tener un camino más solvente para almacenar de mejor manera”, continúa Alemán. Este año, la Cinemateca ganó un fondo de Ibermemoria de aproximadamente 6000 dólares, que les permitirá, en un lapso de seis meses, organizar sus archivos digitales.

A esto se le suma la creación de un protocolo claro para el acceso al material del archivo; así como la convocatoria para la digitalización de material fílmico y magnético, que está abierta hasta los primeros días de septiembre.

Al final, se trata de que, cuando se celebren 200 años de cine ecuatoriano, exista más material que se pueda ver y del que se pueda hablar.

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