El intempestivo cierre de uno de los lugares icónicos en las dinámicas de producción y consumo artístico en la ciudad de Guayaquil, reabre el debate sobre los conflictos de la larga data que aquejan a este espacio cultural. De ahí que volvemos sobre la importancia de pensar en políticas que garanticen la democratización del ejercicio cultural.
Por Ana María Crespo/@laana_mary
Luego de haber permanecido cerrado desde el 9 de junio, se han levantado los sellos de clausura del Museo Antropológico de Arte Contemporáneo (MAAC). Este jueves 16 reabre sus puertas luego de que el Municipio de Guayaquil ejecutó una orden de cierre por riesgo estructural. La fachada de la edificación se decoró con múltiples adhesivos con el logo de la alcaldía y para completar esta acción, ubicaron un letrero antes de su acceso donde decían que el cuidado de este espacio era competencia del Ministerio de Cultura. Así delimitaron una frontera y se libraron de la responsabilidad del mantenimiento. Sin embargo, esta medida fue levantada por la Comisaria Sexta Municipal el 15 de junio.
En una ciudad en la que nos jugamos la vida al salir a la calle —esta afirmación cobra especial relevancia en estos días en los que los trabajadores se han declarado en paro y hay enfrentamientos con la policía—, los espacios culturales tendrían que permitirnos ejercitar una mirada crítica y hacernos preguntas sobre el presente por más caótico que parezca.
La clausura del MAAC no debe leerse como un hecho aislado, sino más bien como la consecuencia de la crisis prolongada del Sistema Nacional de Cultura. Uno que ya sea a nivel legal o simbólico debería poder estar listo para responder ante situaciones como esta clausura intempestiva; cuyo golpe directo fue hacia la muestra de arte urbano Cartografías del encierro, curada por la dra. María Fernanda López. En este artículo plantearemos algunos puntos de análisis que merecen ser revisados con mayor profundidad en entregas posteriores, entre ellos: los problemas estructurales que se evidencian en la relación entre la Red de Museos y el Ministerio de Cultura y la distribución de fondos públicos ya sea para el mantenimiento de los espacios o la gestión de actividades culturales.
Cartografías del encierro, la muestra que estaba en el MAAC al momento de la clausura
Los museos son espacios que albergan el acervo cultural, histórico e identitario del país, en los que se juegan prácticas de mediación que le permiten a la ciudadanía tener acceso participativo a los bienes culturales. Son lugares para la democratización de la cultura dada su vocación pública y el libre acceso. ¿Pero qué ocurre cuando el manejo de fondos no es transparente o cuando una autoridad de turno decide restringir el acceso por vendettas políticas? Estas son algunas de las interrogantes que se producen a partir de un diálogo con María Fernanda López.
En una declaración que López le dio a este Observatorio, cuando el museo aún permanecía cerrado, dijo que desconocía del día en el que podría ir a retirar las obras. López ha tenido que enterarse por un artículo de prensa de la reapertura del MAAC. Ante este hermetismo, el activismo de López en medios de comunicación ha sido importante para que este tema no sea sepultado entre las otras urgencias que tiene la ciudad.
“No es una liga de amigos”, afirma López, mientras se cuestiona sobre el manejo de los presupuestos para financiar obras que intervienen el espacio público o se destinan a exposiciones. Cartografías del encierro implicó un proceso sostenido de indagaciones durante dos años y congregó la obra de arte urbano de creadores del Norte, Centro y Sur de América. Además, contó con la intervención in situ de artistas que trabajaban en torno al grafiti, el paste up, los fanzines, las fotografías, entre otras técnicas. Este trabajo le dio continuidad a una línea de investigación en arte de calle que surgió desde la Universidad de las Artes y que el MAAC supo apoyar; López añade que llevar su muestra a otros espacios en el país no es tarea sencilla, ya que la apertura para este tipo de obras es limitada.
Cuando se le pregunta sobre cómo percibió esta clausura ella dice que “Lo del MAAC es un atropello por donde se lo quiera ver”. No hubiese ocurrido lo mismo con una muestra de arte contemporáneo en exposición, sugiere López.
Además de funcionar como un sitio para exposiciones y conversatorios, este museo alberga espacios destinados a talleres de grabado y serigrafía donde profesores de la Universidad de las Artes dictan sus materias. No solo fueron perjudicados los ciudadanos nacionales y extranjeros que frecuentan el museo, sino quienes hacen del museo su lugar de creación y estudio.
López califica esta acción del Municipio como una vulneración de los derechos colectivos y sostiene que la mayor afectación del edificio está en su fachada. De manera que esta área se pudo acordonar y así garantizar que continúe abierta la muestra y se desarrollen otras actividades culturales como el Guayaquil Photo Fest, de la cual el MAAC era una de sus sedes. Con la reapertura ahora tenemos claro que, en efecto, el cierre fue una respuesta desproporcionada.
Los inicios de un proyecto que transformaría la ciudad
Hay que retroceder un poco en el tiempo. Cuando se inauguró este museo en la ciudad en julio del año 2004, X. Andrade, antropólogo urbano, publicó un texto crítico llamado Burocracia: museos, políticas culturales y flexibilización laboral en Guayaquil donde desentrañaba las problemáticas que un proyecto de esta factura contenía desde sus cimientos. Andrade decía que los museos públicos al ser instituciones que están ligadas al aparato estatal podrían reproducir prácticas de exclusión, xenofobia y búsquedas identitarias arraigadas a una guayaquileñidad de las élites.
Desde ese entonces, Andrade ya hablaba de las constantes pugnas de poder entre la capital y Guayaquil, algo que, para López, quien se ha especializado en arte urbano por más de una década, continúa siendo un tema vigente, incluso dentro de la misma institución en la que el peso de los recursos se inclina más hacia unos proyectos Vs. las a iniciativas vinculadas al arte de calle, a las cuales se destinan rubros menores.
La cuestión clave es volver a pensar los espacios culturales como centros para el fortalecimiento del tejido social, lugares donde se pueda romper el disciplinamiento que Andrade identifica en la forma en que se realiza el montaje de las obras y que condiciona la mirada de quienes visitan las salas y que al presente siguen reproduciéndose. Las propuestas artísticas deben articularse con agendas culturales que propicien el intercambio y producción de sentidos entre las obras, los artistas y sus espectadores. Tendrían entonces los museos que reinventar sus políticas para tratar al patrimonio y la creación artística como algo vivo. Y este hecho debe establecer un precedente para que la administración local, tenga claro que clausurar un espacio cultural coarta los derechos culturales de sus ciudadanos.