Los planes de gobierno en cultura: debilidad, incertidumbre y reciclaje

Por Oscar Maldonado.

¿Qué está pasando ahora mismo con las artes y la cultura en el Ecuador? La respuesta a la pregunta es muy amplia considerando la enormidad del sector en cuanto a la diversidad de gestores y actores, a las expresiones culturales, a los modelos de gestión del trabajo artístico y a las vicisitudes diarias del quehacer creativo. Con ese panorama, formular propuestas concretas de políticas públicas culturales —de las que la creación artística y formación profesional muchas veces dependen— es una tarea desafiante.

Sin embargo, ese desafío es ineludible, tomando en cuenta la importancia de la actividad artística y cultura en la vida de una sociedad.  “El trabajo artístico sostiene la vida comunitaria y la cultura, y a lo largo de esta pandemia ha estado de una u otra forma presente entre nosotros”, dice Paola de la Vega, investigadora de gestión y políticas culturales de la UASB. Pero de esto se ha hablado muy poco, dice. Y tiene razón. La cultura, como esa área vital de la vida económica, laboral y simbólica del país, ha tenido escueta atención en los planes de gobierno de los candidatos a la presidencia de la república.

La necesidad de poner a la cultura en primera línea de prioridad en los planes de gobierno se revela más acuciante al constatar las cifras derivadas de la Encuesta de Condiciones Laborales de Trabajadores de la Cultura realizada por el Observatorio de Políticas y Economía de la Cultura que, de alguna manera, revelan lo que ya se sabía sobre el quehacer cultural en el Ecuador: su precariedad sistémica. Y ante esa situación, la mayoría de los planes de gobierno dejan más dudas que certezas.

“Hemos visto apenas declaraciones amplias de los candidatos y simplemente no hay propuestas concretas para cultura pues dudo que sea un tema de interés para las campañas”, dice Lucía Durán, especialista en gestión y política cultural.  Esa falta de interés se evidencia en las generalidades de los textos, en las enunciaciones de compromiso, en las declaraciones de intenciones, en el ocasional guiño poético…

“La impresión que me queda es la de planes con declaraciones generales de principios”, dice de la Vega. Y los textos apuntan en esa dirección. Por ejemplo, Yaku Pérez del Movimiento Pachakutik ha enmarcado su propuesta para el sector artístico y cultural desde esa intencionalidad declarativa al explicar que “las políticas y programas de promoción cultural, de las artes y de la expresión diversa de las sensibilidades humanas pondrán el acento en combatir las brechas de género, sociales, étnicas y territoriales (…) Serán políticas y programas asentados geográficamente en territorios y tradiciones culturales diversas”.

En una línea de reivindicaciones similar a Pérez, pero con un marcado sentido de reformismo, Andrés Arauz maneja su propuesta desde la importancia de barajar las cartas una vez más: implementar el Sistema Nacional de Cultura para Articular el Sistema Integral de Información Cultural con el Sistema Nacional de la Memoria, descentralizar la Casa de la Cultura y fomentar la cogestión ciudadana, rediseñar el Sistema de Fomento y Protección de las Culturas, etc.

“Se supone que toda política cultural tiene una base ideológica que hace intuir cómo se entiende la cultura en una sociedad y cómo los líderes elegidos llevan adelante políticas en este campo”, dice Durán. La base ideológica sobre la cual se plantean los programas de gobierno en cultura es clave pues permite conectar con la base electoral que comulga con esa ideología.

En el caso del candidato del Movimiento CREO Guillermo Lasso, el plan de gobierno para el desarrollo de las artes y la cultura se centra en mostrar ciertos datos de diagnóstico del estado de las industrias creativas en el Ecuador para a partir de ahí ofrecer posibles plazas de trabajo. Para Lasso, el abordaje a la política pública cultural pasa casi exclusivamente por la oportunidad y desarrollo económico que residen en la economía naranja. Así, parte del diagnóstico de su plan esgrime que, en 2019, por ejemplo, el gasto en las instituciones del sector cultural y artístico llegó apenas alrededor del 0,2% del gasto total del Gobierno o que, a diciembre de 2019, el 51,6% tenía un empleo inadecuado.

El énfasis de esta ultima propuesta de hecho coincide –de manera parcial- con la problemática abordada por la encuesta de condiciones laborales de trabajadores de la cultura del Observatorio ya pone en primer plano la necesidad crucial de centrar atención y recursos al empleo artístico. Sin embargo, ciertos puntos polémicos se desprenden de un plan que Lasso propone, por un lado, un modelo de desarrollo que critica el “asistencialismo social” en artes y que coloca al emprendimiento como eje casi exclusivo de una gestión pública del sector artístico.

“Pienso que en la región y también en el Ecuador estamos viendo la influencia de una mirada conservadora de la cultura, es decir, hay un regreso a pensarla solo desde la base económica, desde el emprendimiento, desde la economía naranja e industria clásica”, dice Durán.

Ella se pregunta: todo lo que implicó pensar la cultura antropológicamente como base de la cohesión social, ¿dónde está? Y dónde queda el derecho a la memoria, a los patrimonios, a expresar identidades a través de la expresión artística en la esfera pública.  “Yo creo que con esta visión corta de la cultura, que la entiende solamente desde la perspectiva económica, obtienes un retroceso en derechos y se deja de invertir en políticas y programas que hacen que las personas puedan acceder a su memoria, a sus eventos, a fortalecer sus entidades, a crear…” Ciertamente, la producción cultural comunitaria, barrial y de esferas autónomas e independientes que no pasan necesariamente por los circuitos culturales comerciales que Lasso propone impulsar son ausencias notables en su plan.

Estas ausencias se han hecho notar en los planes según Lorena Falconí, gestora cultural guayaquileña que sostiene que históricamente, la sociedad civil ecuatoriana ha generado y vivido la cultura a través de la cogestión y autogestión de base comunitaria y auto dependiente. “Yo estoy preocupada porque veo que apenas hay enfoques sobre el desarrollo de una economía naranja en ciertos planes. En la propuesta de Lasso, por ejemplo, solo hay pocas palabras que tratan el tema de patrimonio cultural.  Su plan, por ejemplo, limita la cultura como un recurso económico”. 

Ilustración diario El Telégrafo.

De alguna manera, los contenidos sobre cultura de los planes de gobierno acomodan o reacomodan propuestas de campañas pasadas o ideas re formuladas y adaptadas para el contexto político actual. “Nos falta una cultura de los antecedentes y eso afecta mucho la toma de decisiones porque a la larga, cuando haces política pública, creo que lo que se necesita justamente es tener esos antecedentes claros y saber cómo han operado los procesos para poder tomar realmente nuevos camino”, dice Malena Bedoya, historiadora, curadora y especialista en gestión de museos. Su postura remite a visitar el pasado para tratar de entender qué ha pasado.

En ese sentido, recordar las ofertas del pasado suena extrañamente familiar. José Miguel Cabrera, Director de UArtes Ediciones y ex editor de Cartón Piedra de diario El Telégrafo, realizó un análisis de las propuestas de la campaña presidencial pasada y comenta que en aquel entonces, tal como ahora, las propuestas no acaban de entender la importancia de la cultura en la vida de los ecuatorianos. “Sigue el baratillo de ofertas”, argumenta. En su investigación de 2017, Cabrera explica que detectaron tres tipos de candidatos.

‘Los programáticos’ (Moncayo y Lenin) tenían un capítulo dedicado a cultura donde ofrecían desarrollar políticas en base a la Ley de Cultura y fondos concursables para algunas áreas. Por otro lado, ‘Los Comerciales’ donde estaba la candidata Viteri, ofrecían desarrollar la cultura como industria en línea directa con la actual propuesta de CREO. Finalmente, Cabrera ubicó a ‘Los Jóvenes’, candidatos como Dalo Bucaram que proponían eventos y hablaban de conciertos y festivales como forma de generar espacios para disfrutar y pasar bien. Para Cabrera, las propuestas del pasado, como las de hoy, no están a la altura de lo que el país necesita.

En términos similares, Natalia Tamayo, directora de la maestría de politicas de la cultura y gestión de las artes, dice que hay que entender que la ausencia de planteamientos frente a la gestión cultural –en su sentido más amplio- no responde a un olvido involuntario, sino que refleja precisamente la valoración que desde lo político se da al arte, como si fuese un elemento accesorio y no constitutivo de la sociedad. 

Para Durán, la cultura acaba como siempre, como una cosa de la que podemos prescindir y que no es objeto de la mirada pública, que siempre, cuando hay una crisis, se mira como algo que puede quedar subordinado a otras necesidades en términos de la política y de la inversión. En una línea similar, Lorena Falconí —gestora cultural guayaquileña—   considera que en general en los planes la cultura sigue siendo un comodín y no un eje transversal. “Se lo suele ubicar en lo social y no se la considera como un derecho”, dice.

Desde espacios ciudadanos y educativos, las discusiones y análisis de las propuestas están en marcha a pocas semanas de la elección presidencial. “El papel de la academia es importante y empieza con el análisis de lo que las propuestas de campaña implican, esto es, desmenuzar sus propuestas, articularlas en función del modelo de sociedad y de desempeño económico que nos están promocionando y por supuesto, develar las presencias y las ausencias en torno a los temas que competen a la sociedad en tanto políticas públicas amplias y que incluyen educación, lectura, patrimonio y arte”, dice Tamayo.  

Así, desde el Observatorio de Políticas y Economía de la Cultura de la Universidad de las Artes abrimos una interpelación a la ciudadanía –en general- y a las candidaturas a la presidencia de la república –en particular- para debatir, pero sobre todo para obtener respuestas detalladas y mejor elaboradas sobre los planes de gobierno para el desarrollo de las artes y la cultura en el Ecuador. Ese sentido y con este texto abrimos SILLA VACÍA, una consigna y una propuesta audiovisual de exploración de políticas culturales generada por el Observatorio y la Universidad de las Artes para trazar un mapa de lo que avecina en el Ecuador en términos de gestión de las artes y de la cultura.